Inmigración
En su artículo sobre el derecho al voto de los inmigrantes, el señor Ruiz Soroa escribe sobre los extracomunitarios como si fuesen todos ilegales, violadores de las leyes de inmigración y desconocedores de la cultura española, e introduce un falaz concepto de unilateralidad e imposición por su parte, lo cual, tratándose de un abogado, dudo que haya sido fruto de un lapsus. Parece sugerir que un polaco o un danés tienen más en común con España que un inmigrante legal latinoamericano. Por el contrario, Manuel Rivas en su columna del día anterior, pone el dedo en la llaga refiriéndose a la percepción de la inmigración como "problema Nº 1".
Lo que altera el orden de prioridades es la autocomplacencia de un amplio sector de ciudadanos españoles, al que no parecen preocupar cuestiones como el pobre nivel medio de instrucción y una educación carente de valores éticos trascendentes, que son el origen de las conductas intolerantes, antisociales y violentas de todo tipo, la indiferencia frente a la corrupción, la falta de ética en el empleo, la mediocridad y el sectarismo de la política nacional, o el desinterés por las manifestaciones culturales de calidad, impropios de un país que es parte de la Europa culta y civilizada. Eso sí, por cosas así menospreciamos a otros.
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