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Crónica:VUELTA 2006 | Octava etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

La satisfacción de Vinokúrov, el callado

El corredor kazajo consigue dar al equipo Astana su primera victoria en la ronda

Carlos Arribas

Esperando el domingo de La Cobertoria y San Lorenzo, dos puertos asturianos cuya sola mención produce escalofríos en medio pelotón, la Vuelta pasó ayer el sábado distraída en disquisiciones lingüístico-idiomático-filosóficas en las que se sometieron a debate cuestiones tales como hablar o no hablar, y, si sí, en qué idioma o cuándo.

Hay veces en que más vale quedarse callado, descubrieron unos cuantos. O, como dicen los del mundillo, hablar sólo con las piernas -que sí que se puede-, con los pedales. Quería Horrillo, Pedro, el ciclista que también, tan bien, escribe la columna de la derecha de esta página, que la fuga tampoco llegara ayer. Lo decía la víspera, animado el viernes por la noche, mirada melancólica a las estrellas tras la cena, el libro de ruta en el regazo. La llegada de Lugo, memorizada, repecho a un kilómetro de la meta, curva pronunciada, siempre para arriba. Y un paso anterior por la meta, antes de bordear las murallas romanas, para comprobar si era verdad tanta hermosura. "Será el día S", prometía por teléfono el polivalente vasco; "en el primer paso, analizaré; en el segundo, actuaré". Dieciséis horas después, modificado el tiempo verbal, futuro por pasado, Horrillo volvió a hablar: "En el primer paso vi que no podía con las piernas, así que me olvidé". Como Horrillo, unos cuantos, aunque la mayoría, más que pregonar sus intenciones a sus amigos, se las anunciaron en voz muy bajita a su interior, con lo que sólo ellos lo saben, sólo tendrán que aclarar cuentas con ellos mismos.

Jufré se cayó y sufrió un corte en un brazo a causa del guardarraíl. La sangre manaba sin parar

Todos, casi todos, podrán decir lo mismo, justificarse con la tremenda marcha del pelotón, que los dejó exhaustos, tirados al pie de las murallas; también podrán señalar con el dedo al belga Kevin van Impe, que persistió en la escapada pese a la brutal velocidad -más de 50 en la primera hora- de los que perseguían, y también podrán disertarle, ya a malas, sobre la degeneración de la especie, para qué han quedado los descendientes de los ilustres: el hijo de Duclos-Lassalle, monsieur París-Roubaix, se escapó el otro día llegando a ninguna parte; Kevin, el sobrino de Lucien van Impe, perpetuo rey de la montaña del Tour, ganador de la edición de 1976, se escapó ayer para ser cazado antes de la meta. A quien no culparán de nada, seguramente, será al pobre Josep Jufré, el escalador del Davitamon, belga, que se cayó tontamente y sufrió un corte en el brazo derecho con el guardarraíl de la carretera. Gran susto de todos, también de los médicos, al ver cómo manaba sangre sin parar de la juntura del codo. Docenas de gasas empapadas, una vía con salino en el izquierdo y al hospital.

También habló, por los codos, en todos los idiomas, Óscar Pereiro, que se emocionó porque por primera vez en su carrera profesional pisaba Galicia con dorsal, que regaló a los aficionados una pequeña fuga bordeando las murallas y que volvió después a vestir el maillot de compañero modelo.

Pero quien no dijo ni pío por esa boquita, ni antes, ni casi después, fue Vinokúrov, el callado. Antes, porque golpes como el que le infligió Valverde en los 200 últimos metros del Morredero más vale digerirlos en silencio, como se sufren ciertas dolencias, y también porque por la distancia lingüística con la mayoría de compañeros y técnicos y por la distancia vital con otros tantos, apenas tiene con quien pelar la pava en su equipo, y también porque el fenómeno kazajo es un hombre, sobre todo, de gestos. Habla con las piernas, con los pedales, qué forma de superar a Paolini en los últimos metros lucenses, como Valverde la víspera, como él mismo el año pasado en los Campos Elíseos; habla con los dedos, señalándose la palabra mágica Astana en su maillot azul turquesa al cruzar la meta victorioso; habla con sus ojillos, felices por fin en un año desastroso a su pesar, en la sala de prensa. Y también, que tampoco es mudo, habla un poco por la boca. Contó que le visitaría por la tarde Danial Ajmetov, que es su amigo aparte de primer ministro de Kazajstán y presidente de la federación kazaja de ciclismo; dijo que había echado el resto buscando la victoria no por una reivindicación de su equipo, tan maltratado, sino puramente personal, para quitarse de la boca la acidez que le dejó Valverde, y, ya que el día iba de la dificultad de comunicarse en el mundo actual, recordó que no hablaba con Manolo Saiz, el dueño de la empresa que le paga, desde que les excluyeron del Tour y que no tenía sentido seguir con él después de la Operación Puerto.

Jufré recibe las primeras atenciones tras su caída.
Jufré recibe las primeras atenciones tras su caída.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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