¿Sin Clos o con más Clos?
Jamás pensé que iba a terminar este mes de agosto sumida en ¿cómo podría llamarlo? ¿Orfandad municipal? No, orfandad fue lo que sentí en Madrid cuando murió Tierno Galván y el pueblo en masa le acompañamos hasta su sepultura civil. Entonces sentí que moría una época (del mismo modo que cuando, años después, Álvarez del Manzano y de la señorita Pepis se hizo con el cargo, tuve la sensación de que algo de Madrid estaba siendo apuñalado), pero hoy me veo desvallada.
Ya saben que clos en catalán quiere decir cerca, valla, límite. Y la pregunta que me hago es si voy a desmadrarme ahora que él ya no podrá contenerme con su aspecto de pared inasequible al empuje de lo real. Hace poco, precisamente, escuchaba por la radio uno de los anuncios de su campaña acerca de qué limpios somos los barceloneses y qué impoluta tenemos la ciudad, y pensaba en el alcalde con delectación, preguntándome si hasta él llegaba en aquellos momentos el asqueroso tufo a pixums (coloquialmente, meadas) y a sobras de pescado maceradas al sol en los contenedores de basura, que enriquece, entre otros, mi barrio. La verdad es que Clos, cuyos discursos nos recordaban constantemente que en la otra vida fue médico anestesista, se portó muy bien conmigo. Me dedicó muchas atenciones, hasta el punto de que en una ocasión, cuando estábamos inaugurando la placa que la ciudad dedicó a Manuel Vázquez Montalbán en la casa en donde nació, tuvo la amabilidad de preguntarme, el alcalde, que dónde había nacido yo exactamente. Seguro que era para ir tomando medidas del marmolillo.
Pocas fotos he visto más obscenas que la de Cayetano Rivera posando virilmente después de que un pobre toro le diera un revolcón
Por fortuna, la noticia de su marcha, aunque anticipada el martes, me golpea con toda su crudeza en miércoles, que es el día en que la prensa rosa acude en mi ayuda para hacerme más liviana la existencia. He de decirles que la biblia (es decir, el ¡Hola!) viene tan cargada que no da tiempo a sufrir municipalmente.
Una nueva pareja de Tarzán y Jane se dispone a hacer algo por lo que la revista define como "los niños desamparados de las calles de Manila". No sé si alegrarme por los desposeídos que han recibido la visita de estos chicos tan guapos y ricos que -tomen nota, por si creen que Filipinas queda en Europa-, "lejos de las playas de la Costa Azul", descubren que más cornadas da el hambre, o si alegrarme por ellos, que cuando vuelvan a la Costa Azul apreciarán más los yates y todo lo que tienen.
A propósito de cornadas, pocas fotos más obscenas he visto que la de Cayetano Rivera posando virilmente después de que un pobre toro le diera un revolcón, con el detallazo de rasgarle la taleguilla sin desgarrarle los cojones. El chico luce una oreja del astado en cada mano -con ese orgullo propio del varonil oficio-, mientras muestra el calzoncillo manchado con la sangre del astado.
Y a propósito de yates -y de obras de caridad-, Paco el Pocero, el constructor famoso por sus beneficencias o beneficios, ha tenido el detalle de ofrecerles a José Ortega Cano y a sus hijos una jornada marinera a bordo de un yate poceril. Como suele decirse, estoy segura de que desde el cielo Rocío Jurado se lo agradecerá.
Y a propósito de folclóricas: la restante, o sea Isabel Pantoja, ha dirigido palabras mayores a quienes la fustigan, rompiendo su silencio, o más bien rompiendo sus canciones y metiendo morcillas alusivas. Hay una que no tiene desperdicio en cuestión de ripios: "Que se busquen a otra / los que han hecho a toda mi familia sufrir / porque yo ya no puedo / soportar este juego y prefiero vivir". Pensándolo bien, tiene algo de verso libre.
Es una gran idea. Yo también voy a decir lo de Clos cantando: "Me siento desvallada / y también desmayada / pues va a hacerse cargo / de industrias, turismo y comercio. / PSC, ¿qué has hecho? / ¡Pudiendo nombrarle ministro del Fórum!". Verso libre total, me parece.
Hasta pronto, amigos.
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