_
_
_
_
MÚSICA

Conmovedora 'Sexta' de Chaikovski

Una orquesta sólida, la Sinfónica de Londres, y un violinista de postín, Vadim Repim, eran bazas de garantía para que un director tan peculiar como Valery Gergiev las aprovechase. No dejó el moscovita pasar la oportunidad, y reivindicó sus más que sobrados méritos para suceder en 2007 a Colin Davis al frente de la orquesta londinense. Gergiev estuvo inconmensurable acompañando al virtuoso y musical Repim en los conciertos para violín de Brahms y Chaikovski, y estuvo espectacular en la suite sinfónica Scheherezade, de Rimski-Korsakov, pero lo que quedará para siempre en el recuerdo de San Sebastián es su genial lectura de la sinfonía Patética, de Chaikovski. Pocas veces se tiene ocasión de asistir a una versión tan reveladora, tan profunda, tan desgarrada.

A Chaikovski hay quien todavía le mira por encima del hombro, no queriendo ver -o reconocer- que algunas de sus canciones, de sus óperas o de sus sinfonías están entre lo más representativo e imperecedero del siglo XIX. Seguramente no ha tenido suerte, en líneas generales, con el nivel interpretativo de sus obras. Por ello cuando alguno de sus títulos más trillados -y edulcorados, y maltratados- es desentrañado con una desnudez y un sentimiento como los que puso Gergiev a la Patética en el Kursaal, el efecto es no solamente conmovedor, sino también supone el descubrimiento de un genio, no por popular bien conocido.

Gergiev echó el resto. Sin podio, a la altura de los músicos, sin partitura, llevó la sinfonía por el camino de la emoción y el sufrimiento. Se metió hasta las entrañas en un primer movimiento rebosante de sugerencias poéticas, personales y testimoniales; dio un toque de sonrisa amarga al allegro con grazia; imprimió un ritmo vivaz hasta lo diabólico al allegro molto vivace, y bajó a las intimidades más insondables del alma humana en un último movimiento escalofriante al que el público donostiarra respondió con un sobrecogedor minuto de silencio, antes de que las aclamaciones y las lágrimas viviesen una orgía conjunta.

Gergiev había dirigido con las tripas, pero también desde una perspectiva que solamente el análisis histórico posibilita. La orquesta demostró sobradamente por qué es una de las grandes de Europa. Y el público salió impresionado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_