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Mundial de baloncesto 2006
Columna
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El gen competitivo

Ahora que se ha descubierto la secuencia del genoma humano, habría que investigar cuál de sus millones de unidades dota o priva del gen de la competitividad. Porque la clave tiene que estar por ahí. Se entrena el tiro, la defensa, el ataque... Pero ¿cómo entrenar la competitividad? Reconozco mi desconocimiento sobre esta materia. Observo jugadores y equipos y distingo sin dificultad a unos y otros. Jugué con Fernando Martín, uno de los más sobresalientes en esta faceta. Por encima de sus valores técnicos, fue la que le convirtió en grande. Pero vino con ella. Pienso en muchos argentinos. ¿Les enseñó la vida, el colegio o nacieron así? Grecia les mete un carro a los chinos. ¿Por qué los griegos sacan petróleo de su no excesivo talento? A Yao Ming le encierran y castigan de dos en dos. No se hace respetar. ¿Lo logrará algún día? El mejor de la historia, Michael Jordan, era un talento sobrenatural. Tenía físico, una mano prodigiosa y conocía los secretos del juego. Pero lo que le hizo superlativo, esa voluntad de ser mejor cada día..., ¿le vino de su padre, de su madre o de la diosa naturaleza? Viví una época del baloncesto europeo en la que yugoslavos y soviéticos formaron equipos que todos recordamos. Si hablamos de talento, por cantidad y posible desarrollo los del sempiterno Gomelsky tenían que haber dejado seco al resto. Pero Yugoslavia cantó tantos o más títulos que su adversario. Comparas a gente como Volkov, Walters, Tijonenko e incluso el mítico Sabonis con Slavnic, Kikanovic o los Petrovic y concluyes que éstos tenían algo de lo que aquéllos, por razones culturales, políticas o ambientales, no contaban. Llamémosle competitividad. Es tan fácil de detectar como difícil de definir.

Al deporte español casi siempre se le negó esta cualidad hasta los Juegos de Barcelona 92. "Cuando llegue el momento cumbre, fallarán", se decía. Pero en esa cita aparecieron un montón de deportistas y equipos libres de ataduras y miedos. A la vez, surgió Induráin. De repente, algo había cambiado. Y ahora contamos con una de las representaciones deportivas más numerosas y exitosas y en casi todas las especialidades tenemos algo que decir. Pero la sombra del fútbol es alargada y sigue presente el síndrome de los cuartos. La España baloncestística juega hoy contra Lituania y el tópico. Las derrotas en los últimos Mundiales y los Juegos de Atenas 04 han sacado a relucir que también es extensible lo que nuestra historia futbolística ha fundamentado como una verdad absoluta. Resulta injusto. ¿O acaso Gasol no ha demostrado su enorme capacidad de competidor? ¿Cuántos partidos al filo ha ganado Navarro? ¿No es Calderón un jugador que se crece ante la adversidad? ¿No sabe Garbajosa competir? Pienso que, cuando muchos de ustedes lean esta reflexión, quizás España haya caído frente a Lituania. Eso no invalidaría el razonamiento. El equipo español seguirá formado por hombres que no tienen miedo, que han dado muestras de soportar la presión, que necesitan la competición al más alto nivel para probarse, que tienen altas miras y saben cómo conseguirlas. No sé de dónde lo mamaron, pero sí que individual y colectivamente llevan en su mapa genético la marca de los campeones. Eso no asegura el éxito, pero, de no poseerlo, el impacto deportivo y social que han logrado sería imposible.

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