El líder de los socialistas pide juego limpio a los aspirantes a la presidencia francesa
Hollande, que sigue sin descartar su propia candidatura, asume el papel de árbitro
El acto de clausura de la universidad de verano del Partido Socialista francés (PS) en el puerto atlántico de La Rochelle permitió contemplar juntos y en aparente armonía a todos los aspirantes a ser candidato a la presidencia francesa. Lionel Jospin, Laurent Fabius, Dominique Strauss-Kahn, Jack Lang y Ségolène Royal lucían su mejor sonrisa mientras escuchaban el discurso del primer secretario del partido y compañero de Royal, François Hollande, en su papel de árbitro moderador, pidiéndoles juego limpio y que sus ambiciones no se conviertan en obsesivas.
La calma volvió ayer a La Rochelle tras la tensión de todo el fin de semana, en el que Jospin ha conseguido robarle el protagonismo a Royal, especialmente con la melodramática sesión del sábado con las juventudes del partido. En ella, explicó, con cuatro años de retraso, las razones por las que abandonó el barco de la política activa tras ser apartado de la segunda vuelta de las presidenciales de 2002 por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen. Jospin no sólo ha conseguido resituarse como potencial candidato, sino que además se configura como el catalizador del frente que quiere cerrar el paso a la favorita de los sondeos.
Prueba de la incidencia del discurso sutilmente anti-Royal de Jospin es que, ayer mismo, antes de la ceremonia de clausura, una consejera del Gobierno de la región de Poitou-Charentes, que preside Ségolène Royal, fue abucheada en un seminario tras reivindicar los métodos de democracia participativa que ésta defiende. El antiguo primer ministro había descalificado el sábado precisamente esta herramienta política, recordando enfáticamente que Francia es "una democracia representativa".
También Hollande, que ayer fue el protagonista, refuerza su perfil de potencial candidato que, como Jospin, sigue deshojando la margarita a la espera de que el choque entre su compañera y madre de sus cuatro hijos y el resto de candidatos exija la entrada en liza de un candidato que restablezca la unidad. Pero ayer por la mañana todo eran sonrisas. Las cámaras pudieron incluso captar un afectuoso beso de Jospin en la mejilla de Royal.
Straus-Khan, al alza
De entre el resto de candidatos, quien más reforzado sale de La Rochelle es el que fuera ministro de Economía Dominique Straus-Khan, no sólo porque los últimos sondeos apuntan que su popularidad va en alza, sino porque conforme pasa el tiempo y Jospin no se decide a presentar su candidatura, Strauss-Khan se va convirtiendo en el único candidato con posibilidades de cerrarle el paso a Royal y llevarse consigo a Fabius y Lang, cuyas posibilidades ya son prácticamente nulas.
Hollande arrancó su discurso de clausura en clave triunfal. Las elecciones presidenciales de la próxima primavera, aseguró, serán "históricas", tanto como las que en 1981 llevaron a François Mitterrand al palacio del Elíseo y abrieron las puertas del poder a la izquierda. También "abrirán un nuevo ciclo" en la política francesa, y además contribuirán a "levantar a Francia" y "relanzar Europa", les dijo el líder socialista a los militantes y a buena parte de la cúpula del partido.
Pero las buenas perspectivas de los socialistas frente a una derecha envuelta en innumerables escándalos pueden venirse abajo por sus propios errores. El fracaso puede llegar desde dentro, de los destrozos que dejen las implacables batallas entre los muchos aspirantes a la candidatura, advirtió Hollande. "Estamos en la primera etapa de la campaña victoriosa de 2007 y el reto sobrepasa la suerte de cada uno de nosotros", dijo.
El deseo de convertirse en el candidato socialista a la presidencia de la República "es legítimo e importante, pero no debe convertirse en obsesivo", advirtió Hollande. "Para seducir no hay que obsesionarse", añadió tras una pausa de efectos hilarantes. "Hay que mirar más allá de nuestros objetivos personales porque no tenemos el derecho de perder", insistió.
Los ocho meses que faltan hasta la primera vuelta de las elecciones presidenciales "van a pasar muy rápido", advirtió el primer secretario a una audiencia en la que destacaban en las primeras filas los aspirantes a la candidatura. Las reglas del juego están claras, les dijo, y les previno contra la tentación de utilizar munición de gran calibre - "la descalificación, el insulto..."- en su enfrentamiento, que luego "la derecha pueda reutilizar contra el candidato o candidata que salga finalmente elegido". "Estamos en la primera etapa de la campaña victoriosa de 2007", señaló.
Dentro de un mes exacto, el 28 de septiembre, se abrirá la presentación de candidaturas. Y una semana más tarde, el 3 de octubre, se cerrará. Empezará entonces una batalla durísima en el seno del partido. Los militantes tendrán hasta el 23 de noviembre para pronunciarse por uno de los candidatos.
El problema de la otra izquierda
El problema para el Partido Socialista francés (PS) es que no va solo a las elecciones. El recuerdo de 2002, cuando una miríada de formaciones situadas a su izquierda recogió más de un 15% de los sufragios y dejó a Lionel Jospin fuera de la segunda vuelta, está en la mente de todos. Y nada indica que la situación no pueda repetirse de nuevo en la primavera de 2007.
El Partido Comunista (PCF) de Marie George Buffet, y las dos formaciones trotskistas, la de Olivier Besancenot y la de Arlette Laguiller, ya han anunciado que se presentarán a la primera vuelta. Los Verdes dudan, pero el carismático José Bové, el líder campesino, pretende articular en torno suyo a una candidatura "antiliberal" que recoja el espíritu de la campaña del no a la Constitución Europea. Ayer se negó a asistir a las jornadas de verano de Los Verdes, a las que había sido invitado, y descalificó a la nueva líder de esta formación, Dominique Voinet, acusándola de "haber convertido la temática ecologista en un subproducto del social-liberalismo".
Entre las promesas que figurarían en su programa, Bové incluye el derecho a veto sindical sobre las deslocalizaciones de empresas, el aumento inmediato hasta 1.500 euros del salario mínimo, la supresión de las opciones sobre acciones de los ejecutivos de las grandes empresas y la regularización de todos los inmigrantes en situación irregular.
El PCF también pretende convertirse en el aglutinador de los noístas, pero prefiere que sea bajo una candidatura única de Buffet. El difuso voto antieuropeo, entre el que figuraba también la extrema derecha, es uno de los objetivos de las formaciones a la izquierda del PS, pero el problema del PCF es que sus últimos resultados electorales, en torno al 3%, no le permitirían disponer de grupo parlamentario propio en la Asamblea Nacional de no ser por la ayuda de los socialistas.
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