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Personaje

Phelps se pone serio

El nadador, ganador de seis oros en los Juegos de Atenas, supera sus problemas de adaptación a la Universidad y bate dos records del mundo

Aprender a vivir solo, sin papá y mamá, nunca es fácil. Aprender a ser multimillonario desde los 16 años, tampoco. Vivir perseguido por la prensa, acechado por las cámaras, siendo el centro de todas las miradas, no facilita las cosas. Y menos aún cuando lo que te preguntan, insistentes, es qué te pasa, qué va mal, cómo puede ser que no hayas batido un récord del mundo cuando has roto al menos uno cada temporada desde hace seis años. Le ha pasado a Michael Phelps (Estados Unidos, 30 de junio de 1985), estudiante de la Universidad de Michigan, el nadador que ganó seis medallas de oro y dos de bronce en los Juegos de Atenas 2004, siendo casi un niño; cinco de oro y una de plata en los Mundiales de Montreal, con 20 años... El nadador que, por fin, para sosiego de la prensa, acaba de batir los récords de 200 metros libres (1m 55,94s) y 200 mariposa (1m 53,80s) en apenas una semana.

"El verano de 2005 fue la primera vez que las cosas no me fueron como yo esperaba. Que me pasara eso fue una especie de llamada de atención", reconoce Phelps. La llamada de atención, sin embargo, no vino de las piscinas. Vino de la comisaría de policía. Y llegó ya a finales de 2004. Phelps, que siempre había vivido con su madre en la tranquila Baltimore, se había mudado a estudiar a la Universidad de Michigan, donde se compró una casa. Y Phelps, claro, se convirtió en la estrella de la Universidad, de las fiestas, de sus fraternidades. Nadie era tan popular como el nadador, la sonrisa de Atenas, la encarnación del sueño americano: todas las asociaciones de estudiantes le querían en sus filas. Todos querían ser sus amigos. Hasta que estalló el escándalo: Phelps se montó en su todoterreno Land Rover para llevar a casa desde una fiesta a un par de amigos. Se saltó un Stop. Le paró la policía. Y dio positivo en el control de alcoholemia cuando ni siquiera tenía 21 años, la edad legal para beber en el estado de Michigan. A Phelps le salvaron la falta de antecedentes y que pidiera perdón públicamente.

"Cuando eres una celebridad, como lo es Michael, y te mudas a una nueva ciudad, todo el mundo quiere ser tu amigo, quiere conocerte, llevarse una parte de ti", explicó entonces Bob Bowman, el técnico que entrena a los nadadores de la Universidad, con la que Phelps no puede competir porque ya es profesional. "Es difícil decirle no a todo el mundo. No creo que Michael se pasara encerrado en casa todo el día".

Menos mal. Un día, universitario de estreno al fin y al cabo, a Phelps se le acabó el lavavajillas. Y tenía que poner el lavaplatos A los 10 minutos tenía la casa inundada: se le había ocurrido poner jabón de manos. El episodio -como el día en el que se tuvo que comer los cereales en un bote de Gatorade cortado porque por no tener no tenía ni una tazón- refleja el problema de Phelps, la razón de que sus marcas entraran en crisis en 2005: estaba absolutamente descentrado. "Phelps tiene dos cosas muy buenas", rebatió entonces Bowman. "Sabe usar las cosas malas para motivarse. Y también sabe no obsesionarse con ellas".

El problema: con 19 años, Phelps, casi un niño, ya lo había conseguido todo. Medallas, gloria olímpica, dinero. Necesitaba nuevas metas. Algo que compensara los duros entrenamientos, sus brutales cargas de trabajo, que no tienen parangón en ningún otro nadador. Y Brown, casi sin quererlo, encontró la solución: llamó al nadador Eric Bendt, retirado y dos veces olímpico, y se lo trajo a Ann Arbor, donde reside Phelps. Klete Keller, que tiene cuatro medallas olímpicas, ya estaba allí. Como el impresionante Peter Vanderkaaym, oro olímpico y mundial. O Kaitlin Sandeno, triple medallista olímpica. De repente, Phelps no era un dios entre mortales. Era uno más. Uno que podía perder. Y volvieron las marcas y los récords: "Con esta gente, si no estás al nivel, si no te machacas en los entrenamientos todos los días, haces el más completo ridículo", le reconocía Phelps al Washington Post. "Si no estás ahí delante, a tope, te van a pasar. Y te van a pasar rápido".

"Este verano ha sido muy diferente a los anteriores", dijo luego en rueda de prensa. "Mi nivel de entrenamiento ha mejorado muchísimo. La buena noticia es que ahora sé que hay un montón de cosas que puedo mejorar. Estoy bien donde estoy, pero no es donde quiero estar. Espero que las cosas mejoren". Phelps ha vuelto. Los récords del mundo caen otra vez. Tiene 21 años. Ya no es el niño que ganó ocho medallas en Atenas. Y nadie sabe cuántas ganará Phelps, el hombre, en los Juegos de Pekín 2008.

Michael Phelps, tras un entrenamiento.
Michael Phelps, tras un entrenamiento.REUTERS

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