Una Vuelta sin garra
En el mundillo ciclista, pocas heridas dejan cicatriz. La memoria prefiere huir de los recuerdos. Por ejemplo, la Vuelta a España comienza hoy sin el Comunidad Valenciana, y a pocas gentes se les veía llorar por las calles de la cálida Málaga, atacada el jueves por un ambiente de niebla invernal. De hecho, ya no hay un equipo llamado Comunidad Valenciana.
El decano del ciclismo mundial, el equipo de las rayas verdes, blancas y azules conocido hasta hace un par de años como Kelme, dejó de existir formalmente hace seis días, cuando cerró el grifo su último patrocinador, la Generalitat valenciana, desolado al conocer los pormenores de la Operación Puerto, la implicación del médico y del segundo director del equipo en la trama de dopaje de Eufemiano Fuentes, la que ha azotado al pelotón internacional en pleno.
Lo hizo en silencio, en vísperas de la carrera que le dio fama y méritos, lo hizo con la victoria de su mejor ciclista, Rubén Plaza, en la Clásica a los Puertos madrileña, y con su desaparición fue como si se borrara de repente una forma de hacer ciclismo que causó furor en la España del cambio del siglo: el ciclismo hecho de furia, descontrol y repugnancia por el cálculo que encontró su mejor símbolo gráfico, literario, en la imagen de su último director, Vicente Belda, calada sobre las cejas una boina ornada con la estrella de cinco puntas, la boina del Ché Guevara, el guerrillero, voceando por la ventanilla abierta de su Mercedes de director en la salida de las etapas montañosas de la ronda española. No había comentarista, plumilla, fotógrafo que no se rindiera ante la surreal estampa.
La idea, el ciclismo furioso y terrible del Kelme, el equipo de la garra dibujada en el maillot, el equipo que dirigieron antes Rafa Carrasco y Álvaro Pino, alcanzó su culminación en la Vuelta del año 2000, la del fin de siglo, la primera que ganó Roberto Heras, el chico de la casa caído ahora en desgracia, y en el Tour del mismo año, el de Javier Otxoa en Hautacam, el de Santiago Botero en el Izoard, el del propio Heras en la Joux Plane, el de las pesadillas de Lance Armstrong con los hombrecillos de verde.
Cuando el resto del ciclismo mundial intentaba adaptarse a los nuevos tiempos que corrían después del caso Festina del 98, triunfaron entonces con el Kelme una forma de hacer las cosas y una filosofía del ciclismo en cuyo corazón se hallaba realmente Eufemiano Fuentes y que, definitivamente, le condujeron a la desaparición, dinosaurios en glaciación, seis años después.
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