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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Bernabéu avisa a Capello

El Madrid acaba perdiendo el balón ante el Anderlecht y el estadio le dedica una pitada

Diego Torres

El Madrid no pudo zarandear al Anderlecht, un peso mosca del fútbol que se presentó en el Trofeo Bernabéu para ejercer de sparring. El equipo belga opuso escasa resistencia, muy metido en su papel. Se mostró tímido y complaciente, y, visto lo visto, el Madrid se dispuso a exhibir su nueva versión de equipo aplastante. Aplastó al Anderlecht, que no es mucho. Lo hizo durante el primer tiempo, mientras sus titulares tuvieron autonomía. Cuando se les acabó el combustible y Capello improvisó con el banquillo, el Madrid expuso algunas miserias. El público pasó entonces de la fiesta a los pitos. Lo hizo con una velocidad asombrosa. Con la misma rapidez con que el Madrid perdió la pelota.

Diarra no necesitó entrenarse ni una vez con el equipo para cumplir sus nuevos cometidos. El maliense debutó y ofreció una parte indicativa de su repertorio. Capello le declaró imprescindible hace semanas y lo normal será verle convertido en un jugador omnipresente de aquí al final de temporada. Contra el Anderlecht hizo una labor ingente que habla de su función en el equipo. Si el Madrid perdía la pelota, se metía entre los centrales. Si la recuperaba, acompañaba la jugada. A veces quiso dar el último pase, sin éxito. Pero estuvo para lo grueso y para lo fino y nunca perdió la soltura. Es la clase de futbolista que tiene presencia y le gusta hacerla sentir. El Bernabéu no lo intimidó. Al menos en la noche del Trofeo Bernabéu.

Si Diarra acaba siendo importante para el Madrid el mayor beneficiario será Emerson. Mientras el maliense va y viene, el brasileño conserva la posición axial. No se mueve del círculo central más que en casos de urgencia. De él dependerán los biorritmos del equipo. Por algo Capello le llevó del Roma al Juventus, y del Juventus al Bernabéu. Es su mayoral. El técnico italiano diseña sus propias jerarquías y de eso se vio algo ayer: Salgado va primero que Cicinho, por muchos cuerpos. Robinho es el suplente de Cassano por otro tanto. Woodgate es el tercer central por detrás de Ramos y Cannavaro. Y Van Nistelrooy es la sustancia de la que está hecho el ataque. Más allá de los dos goles acrobáticos que hizo. Si el holandés desaparece el Madrid pierde la referencia. Baptista no es ese tipo de jugador y Robinho parece demasiado desmoralizado como para asumir el peso de desequilibrar y definir. No se trata esta vez de un problema de adaptación. El hombre está ante la temporada que marcará su verdadera categoría. La empieza en el banquillo.

El plan de Capello funcionó hasta que comenzaron los cambios. Con el 2-0 en el marcador situó a Javi García junto a Emerson y quitó a Raúl de la izquierda para poner a Mejía, un central diestro, como volante izquierdo. A Raúl Bravo, que es zurdo, lo colocó como lateral derecho. A Cicinho, que es lateral derecho, lo adelantó como extremo. El resultado fue el hundimiento. El Madrid perdió el balón y el Anderlecht comenzó a dominar el partido en medio de una pitada ruidosa y desagradable que se mezcló con el zumbido de miles de trompetas de plástico. El efecto del trompeteo fue inhumano. Como el de un gigantesco enjambre de abejas metálicas en poder de una multitud de aficionados recién llegados de la playa. De momento, nada más que eso. Mañana, tal vez, un instrumento de protesta.

Van Nistelrooy marca su segundo gol
Van Nistelrooy marca su segundo golGORKA LEJARCEGI

Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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