Chiringuitos junto al Danubio
"Por cinco euros puede usted bañarse todas las veces que quiera hasta medianoche, pero si prefiere una única zambullida, son 2,50 euros". A la entrada del Bade-Schiff (barco-baño), la chica de la taquilla explica que los precios están pensados para todo tipo de público, incluyendo a los oficinistas que a lo mejor se dan un solo chapuzón en su breve pausa de trabajo y, también, a la gente más relajada, que pasa horas en las tumbonas tomándose algo, de vacaciones en esta playa artificial. Los vieneses están entusiasmados con la piscina flotante recién inaugurada en pleno centro de la ciudad, construida sobre la base de un antiguo remolcador. El rectángulo de agua azul turquesa de 28 metros de largo y ocho de ancho seduce en contraste con la corriente verdosa y turbia del Canal del Danubio, el brazo del río que fluye en medio de la ciudad. "¡Ya era hora! ¡Por fin estamos conquistando nuestro Canal!", comenta Daniel Huber, estudiante de Arquitectura en bañador.
La 'playa Herrmann', con música a todo volumen, es la meca de la juventud
Hasta ahora parecía que los austriacos se avergonzaban del Donaukanal, tan abandonado lo tenían. Pero el aumento de las temperaturas de los últimos veranos ha llevado a la recuperación de esta franja urbana olvidada. Siguiendo los ejemplos de París y Berlín, ahora también los vieneses han volcado toneladas de arena sobre el cemento de esta costa fluvial que va adquiriendo encanto paso a paso. Antes de la apertura de la piscina flotante, ya el año pasado se habían creado aquí los tres primeros bares y restaurantes que simulan chiringuitos de playa. La playa Herrmann, con música a todo volumen y flujo de cócteles caribeños, es la meca de la juventud en cada puesta de sol. Desde aquí, al abrigo de las quejas de los vecinos que adoran el silencio, lejos de Mozart y de la monumentalidad barroca que tanto atrae al turismo convencional, las nuevas generaciones ven su ciudad con otros ojos. La vieja Viena les parece más libre. Más cosmopolita. "Se siente uno como en cualquier otro lugar del mundo. Se agradece todo lo nuevo porque Viena, por lo general, nos resulta demasiado anticuada", dice Simone von Mallinckrodt, que vive en un apartamento con vistas al Canal.
"No me gusta pensar que hacemos esto sólo por interés económico. Lo nuestro es sobre todo una aportación cultural. Estamos enriqueciendo el estilo de vida urbana, ofreciendo más espacio para el diálogo", opina Romana Huber, de la empresa Expedit, que ha construido y administra la piscina flotante. El cosmopolitismo del Canal del Danubio se refleja en el público, en la oferta culinaria de los chiringuitos y restaurantes, así como en las actuaciones de músicos y artistas. Un punto clave de las giras europeas de los más famosos pinchadiscos del mundo suele ser el club Flex, que fue el primero en instalarse, hace más de un decenio, en las bóvedas del dique del Canal. Con público muy joven, el Flex pasa a ser ahora un dinosaurio en esta Viena que va a seguir experimentando grandes transformaciones en los próximos años. Está previsto instalar embarcaciones con hoteles y centros de gimnasia y estética, así como un campo artificial de golf. Además, ya han puesto su sello arquitectos de renombre internacional como Hans Hollein y Zaha Hadid con nuevos edificios más o menos espectaculares.
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