_
_
_
_
Mundial de baloncesto 2006
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Calderón, uno de los grandes

Llegó el partido contra la Alemania del todopoderoso Nowitzki. Era el primero ante un rival de entidad que ya nos eliminó en el pasado Europeo. El primer examen serio que nos iba a dar el verdadero nivel al que está nuestra selección. España se mostró intratable, superior en la defensa y el ataque, controlando el ritmo en todo momento, para llegar al final del encuentro con una renta de 21 puntos. Sobresaliente.

Otra vez dio Pepu cancha a todos sus jugadores. Todos cumplieron y la selección sólo bajó el ritmo cuando Calderón estuvo sentado. Nadie pudo con Pau, que anotó siempre que recibió cerca del aro, y Navarro, dudoso por lesión en un tobillo, nos engañó a todos y atinó como quiso -el que parecía lesionado era su marcador-. La megaestrella alemana Nowitzki no pudo hacer de las suyas porque Garbajosa no le permitió recibir el balón y sin balón no se puede anotar. Qué gran defensa la del madrileño.

Y Calderón, sencillamente, rayó la perfección: casi infalible -erró sólo un tiro-, defendió y controló el partido con la autoridad de los grandes. Es difícil verle hacer algo mal. Si Pau es el líder natural, el extremeño es el líder espiritual. No para de gesticular y hablar a sus compañeros, ya sea en el campo o desde el banquillo. Su portentoso físico -ya me gustaría tener esas piernas- le permiten estar o parecer siempre fresco y entero. Lo más sorprendente es que parece no haber tocado techo incluso después de haber ido a las Américas. Siempre da la sensación de que pude hacerlo mejor.

Cuenta un técnico que tuvo en su etapa en Vitoria que, como siempre lo hacía bien, le empezaron a pedir imposibles. Entonces, el chaval, que tiene un nivel de autoexigencia muy alto, se retiraba frustrado al vestuario con lágrimas en los ojos. Pobre... Le llaman psicología de entrenamiento. Lo malo es cuando te piden imposibles y no lo saben. Que a veces ocurre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_