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NUESTROS CLÁSICOS

Ñoras de Guardamar

Cualquier producto debe ser definido antes de evaluado. Si decimos que la ñora, que se cultiva y hace famosa en la villa de Guardamar del Segura, es una especia, se nos pedirán pruebas, y nosotros, ante tan confuso reto, iremos al diccionario de la Real Academia, a preguntarle qué es una especia; a lo cual, solícito, nos contestará: "Cualquier sustancia vegetal aromática que sirve de condimento".

En una irrefrenable búsqueda en pos de la verdad, nos dirigiremos a "condimento", el cual es para la R.A.E.: "Lo que sirve para sazonar la comida y darle buen sabor". Y sabiendo que sazón es: "Punto o madurez de las cosas o estado de perfección en su línea", pronto convendremos en que a la ñora interesan todas las anteriores definiciones.

Asumiremos que si la ñora es vegetal y aromática, y capaz de combinarse con carnes y pescados sin perder un ápice de sus caracteres, por eso mismo es una especia, que sirve y da esplendor y madurez a las comidas que toca con su cuerpo, sazonándolas.

Miles de variedades de pimiento existen por esos mundos y, a fuer de sinceros, muchos son los países que pueden hacer gala de una mayor tradición, cultura y educación sobre los mismos, sus concentrados y derivados, todos sin duda con mayores méritos y experiencia que nosotros. Véase, a título de ejemplo, el picante que ingieren los afectos de México, los insobornables de la India o los voluntariosos indochinos, cada uno de los cuales debe soportar, por el mero hecho de comer, una inyección de capsaicina -principio activo del picante- en plena lengua, que no la salta un acróbata.

Sin embargo, no está la virtud en la cantidad y en potencia; por el contrario se encuentra en la calidad y la sutileza, en que el picante se esconda y deje florecer bajo su manto, íntimos perfumes, asombrosas calidades.

El pimiento ñora: pequeño, redondo, perfumado, se seca al sol después de haber nacido y crecido en la arena de las dunas de Guardamar, al lado del mar y las salinas, donde permanece hasta su completa deshidratación, ayudado por el efecto invernadero que se produce en las áreas de cultivo, momento en que, apiñados en ristras, van al mercado, produciendo, en los puestos donde se exhiben -como en un circo- un vibrante espectáculo -rojo y anaranjado- de luz y de color.

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