Periodismo de riesgo
El sábado tuve una de esas experiencias que pueden marcarte de por vida. Sentada ante el televisor, mientras contemplaba el programa Dolce Vita, me pregunté: "De haber empezado ahora, ¿te habrías hecho periodista?". Es la pregunta que suelen hacerme por ahí, y suelo contestar a quien me la plantea, de modo que no pasaba nada si me respondía a mí misma usando las mismas palabras que utilizo con los demás: "Sí, porque no sabes cómo era el periodismo con Franco vivo. Pero el oficio tiene su gracia". La verdad es que entonces te podías quedar represaliada y sin trabajo, y hasta algunos iban a la cárcel, por un artículo poco favorable al régimen. Pero lo de que, al meter la mano con el micro dentro del coche de la hermana de Marisol Yagüe cuando ésta sale de visitarla en la cárcel de Alahurín, y que la tía cierre la puerta de golpe y te parta la muñeca como a la pobre compañera que la interrogaba, eso te pasaba menos.
Estuve a punto de discutir con mis jefes para que me mandaran a Mallorca como corresponsal fija en la piscina de Pedro J.
Yo, que he vuelto de Beirut como muy bravucona, a punto estuve de enzarzarme en una discusión con mis jefes para que me mandaran a Mallorca, en calidad no ya de enviada especial -que es un trabajo efímero- sino de corresponsal fija en la piscina de Pedro J., que es un sitio calentito: ¡la Guardia Civil tomando una playa pública para proteger un bien demi-privé, demi-subvencioné! Desde los tiempos en que los del tricornio ayudaban a los contrabandistas, con los que iban a medias en el reparto del alijo, no había acaecido suceso similar, según me cuenta mi experto amigo y colega, Andreu Manresa.
Estaba muy ilusionada con la idea e intenté conectar con los mandos pero como están todos de vacaciones menos Juan Cruz, que nunca duerme, se lo pedí a él. "Anda, envíame, así veré antes de morir el paquetón de los Jóvenes Gérmenes del Partido Popular".
Él me dijo que ni loco me dirigía a semejante peligro, que eso el seguro no lo cubre y que, además, si quiero ver bultos del PP hoy mismo, en la revista de El Mundo, hay un análisis de los pómulos de doña Esperanza Aguirre que tumba de espaldas. Según el experto morfopsicólogo Julián Gabarre, los pómulos de la presidenta de la Comunidad de Madrid demuestran que necesita sentirse querida. Otro bulto, el mentón, "pronunciado: indica carácter tenaz y perseverante", mientras que su frente revela "un pensamiento idealista y juvenil".
Rauda como una liebre sueca me he metido en la web de la Comunidad. Contiene unas doscientas mil fotografías de Ella haciendo de Todo, y además si, un suponer, una vez tuviste la desgracia de que te sorprendieran cerca de la presidenta, pues allí estás. Y puedes imprimir tu foto-recuerdo. No ha hecho falta que me buscara porque sé que no me encontraría. No practico el periodismo de riesgo. Por eso no me han roto nunca la muñeca después de meter la mano con un micrófono dentro de un coche para arrancar unas apasionantes exclusivas.
Lo de la piscina sí que me sabe mal. Paquetones de las excitadas Nuevas Simientes del PP, recogidos y apretados en las arenas mallorquinas... Hummm... Y además, entonando cantos emancipadores y solidarios: Libertad sin ira, nada menos: el himno de Diario 16, del difunto Juan Tomás de Salas, a quien su hermano Alfonso y Pedro J. abandonaron para crear la competencia, El Mundo, y aumentar la ira... Lamento haberme perdido semejante gozada, a la que no faltaron ni las autoridades ni las utilidades, para oponerse a esos salvajes isleños que pretenden defender el espacio público. Compadezco al propietario. Tiene que ser muy duro que te hagas una piscina y que para bañarte hayas de montar un ¡Basta ya!, en plena canícula. Y los tangas sin estrenar.
A mí, de volver a nacer, me gustaría ser periodista como Gema Ruiz tomando notas en Dolce Vita, pero sin tener que hacer la carrera antes con Álvarez Cascos.
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