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Crónica:LO QUE HA LLOVIDO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Llevar Madrid al suroeste

Hay gente para todo. Incluso para proponer llevarse la capital de España a 250 o 300 kilómetros de Madrid. Lo decía un señor llamado Carlos Martínez Ramírez, a la sazón miembro de la comisión gestora de la Agrupación Socialista Madrileña del PSOE histórico (que no siempre el PSOE fue todo uno, como se vio más tarde, en otro orden de cosas, con Almunia y Borrell). En los albores de la democracia el PSOE tenía dos almas, la histórica y la renovada -o tres, si contamos al Partido Socialista Popular de Tierno Galván- y luego pasó a una, o a una con corrientes, que sabido es que, mientras en el PP, por ejemplo, no hay más voz que la corneta de la calle de Génova, estos otros dicen (y hacen) todos lo que se les pasa por la pelota: Ibarra, Bono, Maragall, Paco Vázquez.

El caso es que Martínez Ramírez proponía trasladar la capital como medida profiláctica, para "descongestionar la ciudad de varios cientos de miles de burócratas y de sus familiares", y "detener el crecimiento canceroso generado por la centralización administrativa". Pero no hablaba de devolverla a Valladolid o a Toledo, sino de ponerla en el suroeste, como a medio camino hacia Huelva, o así, para compensar la "población, la riqueza, la industria y la renta en el triángulo Portugalete-Cadaqués-Orihuela". ¿Cómo lo ven?

De Martínez Ramírez no volvió a saberse, y Madrid sigue en su sitio, o aproximadamente, tuneladora más o menos.

Por entonces, se alejaba la conspiración judeo-masónica, pero a nadie se le ocultaban los peligros potenciales de los niños de seis años. Seguramente por eso fue retenido en la frontera Carlos Javier de Borbón-Parma, hijo mayor de Carlos Hugo, otrora pretendiente al trono por la rama carlista, y de la princesa Irene de Holanda.

El niño, que venía a pasar unos días de vacaciones, estuvo tres horas largas en el aeropuerto, mientras los celosos funcionarios, al ver que en la aduana todavía constaba la prohibición de entrar en España a cualquier miembro de su familia, solicitaban "instrucciones de altas autoridades del Gobierno", según contábamos. Las altas autoridades le dejaron pasar, no sin oír la protesta del secretario general del Partido Carlista, José María de Zavala, que acompañaba al chiquillo, y que habló de "permanencia de residuos ultraautoritarios de los anteriores Gobiernos".

No llegó la sangre al río. Desde luego, tampoco Carlos Hugo al trono.

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