Un monstruo fantástico
Visita a la catedral de Canterbury, símbolo del gótico inglés
Entre Buckingham Palace, soberbia muestra de un gran imperio, y la catedral de Canterbury apenas hay hora y media. Un corto viaje enlaza la ciudad y el campo, el gobierno terrenal y el poder divino. Justo detrás de la residencia real, desde la estación Victoria, un tren de cercanías con todas las comodidades te transporta a los orígenes genuinos de Inglaterra. Lomas, prados y bosques de la campiña inglesa desfilan como paisajes embebidos por la historia legendaria de Europa. Aquí, la tierra produce una hierba más verde y fresca que en el continente.
Nada más llegar, llama la atención el contraste entre un edificio gótico puro, sin color, de una perfección clásica insuperable, y la pequeña ciudad enteramente reconstruida (fue asolada durante la II Guerra Mundial) como recién pintada en los tonos pastel singularmente británicos, densos y muy brillantes. La catedral -patrimonio de la humanidad- surge tras los pulcros tejaditos cual monstruo fantástico, aunque bien real, vestigio milenario cuyo vigor da cuenta de una gran época de la cristiandad.
La conversión del rey Ethelbert
Capital del Reino de Kent, Canterbury ejerce a finales del siglo VI (año 597) una dominación completa sobre el sur de Inglaterra. Su rey, Ethelbert, casado con una princesa gala cristiana, Bertha, recibe favorablemente al monje romano Augustine, enviado especial por el papa Gregorio el Grande para cristianizar a los anglosajones. Agustín convierte al rey, funda un monasterio y, tras recibir la consagración episcopal en Galia, establece en el condado el primer arzobispado de la isla.
En 1170 fue asesinado, dentro de la propia catedral, el arzobispo Thomas Becket a manos de cuatro caballeros fieles al rey Enrique II, con quien Becket tenía disputas a tenor de las cotas de poder que debía tener la Iglesia. Al ser canonizado tan sólo tres años después, Canterbury se convirtió en un centro de peregrinación de los cristianos europeos. La tradición continúa. Todo un equipo de guías y curas se prestan voluntarios a fin de procurar a los visitantes una calurosa acogida. Este episodio ha inspirado a muchos autores, entre ellos T. S. Eliot en su drama de 1935 Muerte en la catedral: "Llegas entre vítores, llegas jubiloso, pero traes la muerte a Canterbury: una maldición sobre la casa, una maldición sobre ti, una maldición sobre el mundo".
En el periodo de la Reforma, Canterbury tuvo una serie de dignatarios religiosos, entre los cuales cabe distinguir a Thomas Cranmer, quien recopiló los primeros libros de rezos y estableció lo que iba a ser la tradición litúrgica de la Iglesia anglicana en Inglaterra.
Por sus líneas maestras, su catedral es un edificio cuya importancia salta a la vista. Es en esta basílica donde la arquitectura inglesa deviene gótica pasando del modelo francés al estilo early english. Fachadas concebidas como torres, verticalidad rigurosa en las galerías sujetas a columnas, arcos austeros y vaciados adquieren con esta catedral su especificidad artística.
La obra resultó de una colaboración-confrontación entre el arquitecto francés Guillon de Sens y Guillaume el Inglés. El primero dirigirá los trabajos hasta 1178, y el segundo los terminará en 1184. Finalmente, en 1504, John Wastell pondrá punto final a su larga historia de construcción levantando en el interior de la torre una bóveda abierta en abanico. Pilares redondos y octogonales se suceden abriéndose al coro litúrgico. Las cornisas, techumbres, pedestales, ángulos y recovecos son casi perfectos. Algunas columnatas están talladas en mármol negro de Puberck. Pero ningún ornamento o armonía geométrica compite con ese sentimiento extraño que sobrecoge a todo visitante de una bella catedral: entre pliegues lineales, siguiendo variaciones ópticas, todo está dimensionalmente en su lugar, pero como si no existiera ningún eje central propiamente dicho. O como si el centro imposible encerrado por el templo abrigase una implacable esperanza: la inocencia en el espíritu de los hombres asumiendo el principio de ninguna finalidad racional.
Un orfeón renombrado
En el siglo XX, Canterbury, sede del primado de la Iglesia anglicana, será camino de peregrinación sobre bases ecuménicas. El papa Juan Pablo II realizó una visita en 1982 y rezó en el lugar donde está emplazada la sepultura de Beckett. Un ingrediente del culto y orgullo de la diócesis es la música ejecutada en sus servicios. El departamento comprende un orfeón de 30 coristas, más tres organistas y el maestro de canto, el cual selecciona y dirige los programas del repertorio. Un jardín en memoria de los muertos de las dos guerras mundiales se encuentra ubicado detrás de la iglesia.
Por la antigua ciudad, rebasando las puertas del museo romano, se descubren bellos mosaicos. Las West Gate Towers, sorprendentes puertas medievales, se abren a la ruta proveniente de Londres. Desde la cima se tiene una vista admirable sobre la ciudad, una gran parte de la cual luce con un encanto muy británico, sus construcciones bajas inmaculadas, con tiendas cuyos pórticos prometen tentadores objetos. Andando por el centro, lleno de terrazas de aspecto victoriano, junto a edificios típicos de ladrillo rojo y apartamentos acristalados, es destacable el edificio Albergue, para invitados de la reina Isabel I. El café Nero, incrustado en los bajos, sirve excelentes colaciones, y la calle de Georges, una de las arterias principales de la villa, es el sector más bonito; aunque nada, ni siquiera por su dignidad, parece definitivo. "Inglaterra es la patria del understatement", afirmó Borges, "la reticencia bien educada, la hipérbole y el esplendor". Algo similar señala Enric González en su libro sobre el extravagante estilo de ser y hacer de los británicos. "Basta una caminata o simple vistazo a sus ciudades o aldeas para comprobar que, en términos urbanísticos, reina un gran desorden natural". Y es cierto que desde un árbol hasta una cabina telefónica, pasando por la incomprensible curva de una calle, todo da la curiosa impresión de estar emplazado en ese lugar porque no habría ningún otro idóneo donde colocarlos. Sin embargo, "como con la naturaleza", asegura González, "hasta lo más nimio tiene sentido y, desde luego, una finalidad, pues el secreto de esta curiosa sensación se halla al percibir la armonía secreta dentro del aparente caos". Es verdad. Nadie entiende semejantes mezclas de estilo, disparidad o desniveles, siempre algo coquetos. Aunque poco importa.
En Los cuentos de Canterbury, obra clave del siglo XIV a cargo de Geoffrey Chaucer, cada uno de los peregrinos que aspiran a visitar el sepulcro de Saint Thomas narra su viaje en función de su carácter, sexo o clase social. Al final, todos vienen a confesar una misma inquietud: "Desde siempre, yo sólo tuve un lema", dice el peregrino. "Radix malorum est cupiditas (La concupiscencia es la raíz de nuestras desgracias)". Y eso, sin saber el motivo exacto, Canterbury -y cualquier espléndida catedral, seas creyente o no- te lo recuerda al verla.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Prefijo telefónico: 00 44, si se llama desde fuera del Reino Unido. Desde dentro, marcar un 0 antes del número.- Población: Canterbury tiene unos 42.000 habitantes.Cómo llegar- Hay trenes a Canterbury desde las estaciones londinenses de Victoria, Charing Cross, London Bridge, Cannon Street, Blackfriars y Waterloo. Aun así, lo mejor es tomar el que va de Victoria a la estación de Canterbury East, ya que el trayecto es el más rápido (hora y media). El billete de ida y vuelta cuesta a partir de unos 30 euros. Información y reservas: 00 44 84 57 48 49 50; www.nationalrail.co.uk.Donde dormir- Cathedral Gate Hotel(12 27 46 43 81). 36, Burgate. Hotel construido en 1438 en el corazón medieval de la ciudad. La doble con baño, 133 euros. Con baño compartido, 90 euros.VisitasCatedral de Canterbury. Los horarios de visita pueden consultarse en www.canterbury-cathedral.org, aunque se recomienda llamar previamente (12 27 762 862) para asegurarse de los mismos.Información- www.canterbury.co.uk.
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