Lura, luz de Cabo Verde
En la música caboverdiana el futuro ya tiene nombre y se llama Lura", afirma José Eduardo Agualusa. El escritor angoleño avala a la joven: "Creo que lo esencial es innato. Y lo esencial es la pasión, la energía juvenil y, claro, el poder arrebatador de una voz única".
Lurdes Assunção -de las tres primeras letras de su nombre y la primera del apellido viene Lura- nació en 1975 -el año en que Cabo Verde se independizó de Portugal- en Lisboa. Dos tercios de los caboverdianos viven hoy lejos del pequeño archipiélago volcánico, castigado por la sequía y la pobreza.
"Nunca se me había pasado
por la cabeza ser cantante. De repente me dicen '¿quieres grabar un disco?'. Y pensé '¿por qué no?'. Me arriesgué". Bailaba en espectáculos de danza africana y en musicales de teatro y televisión cuando la llamó un cantante de Santo Tomé para los coros de un disco. Tenía 17 años y acabó grabando con Juka un dúo que se hizo popular en Angola y otros países lusófonos. Después trabajó con Bonga, Paulo Flores, Cesaria Evora...
"Mi voz era grave y ronca. Cuando tenía que hablar con alguien que no conocía me sentía incómoda. Hasta me avergonzaba cantar el cumpleaños feliz en coro. Lo hacía bajito para que no se me oyera", recuerda riendo.
El éxito de Cesaria Evora ha abierto la puerta a otras voces de Cabo Verde. "No soy la única, somos varias", recalca. Nombres: Mayra Andrade, Dulce Matias, Maria de Barros, Suzanna Lubrano, Nancy Vieira... Para su primer disco, en 1996, Lura grabó lo que entonces se oía en las discotecas africanas de Lisboa: música caboverdiana con influencia de zouk antillano. En 2002 llegó un desigual In love -"mis referencias eran también las grandes voces norteamericanas como Aretha Franklin, Anita Baker o Stevie Wonder"- y, ya en 2004, Di korpu ku alma (De cuerpo y alma) -reeditado el año pasado con canciones inéditas y el DVD de un concierto en París-. "Los dos primeros eran sólo una búsqueda. Para transmitir algo a los demás es preciso que te salga del alma. Miré bien dentro de mí y pensé en toda aquella cultura caboverdiana de la que siempre me hablaron mis padres".
En su estreno discográfico es
taba Nha vida (Mi vida), una composición propia que volvió a grabar un año más tarde para Onda Sonora Red Hot + Lisbon, proyecto de la campaña contra el sida, en el que participaron Marisa Monte, Caetano Veloso o Teresa Salgueiro. "Me pidieron un tema de un día para otro, así que elegí esa canción e hice otra versión. Un día leí una entrevista del líder de The Walkabouts que se refería a una cantante que había grabado Nha vida en Red Hot + Lisbon y se preguntaba '¿dónde anda esa mujer deslumbrante?'. Pequeñas grandes cosas como ésa contribuyeron a que me diera cuenta de que aquello tomaba un rumbo serio".
Orlando Pantera, fallecido en 2001, con sólo 31 años, fue un descubrimiento importante. "Al oír sus canciones supe que era eso lo que quería hacer. Cómo toca la guitarra y canta, cómo retrata en sus letras las vivencias del pueblo de Cabo Verde... Me provocaba escalofríos", confiesa. "Me pareció que tenía que coger sus canciones y cantarlas para que no murieran". Las canciones -la encantadora Na ri na o Vazulina, sobre el abuso de gomina por parte de las chicas africanas para alisarse el pelo- se las pasó un amigo común que había grabado conciertos de Pantera. Orlando Pantera era de Santiago, se dice que la más africana de las diez islas. "Mi padre es de allí y mi madre de Santo Antão, que son islas rivales", dice riendo, "así que me siento libre para cantar cualquier estilo: funana, batuku...".
"Los caboverdianos dicen
batuku y los portugueses batuco. Las mujeres lo tocaban dando palmas sobre las piernas o sobre un cojín de ropa en su regazo. Se quedaban solas con los niños en la casa y, en aquella intimidad, sus murmullos se transformaban a veces en canción. También cuando esperaban en la fuente para sacar agua. Se colocaban un paño en la cintura en una danza sensual que los portugueses prohibieron porque les parecía muy erótica", dice bajando la voz y alargando la última palabra.
"Creo que voy a vivir siempre entre dos culturas. Mi madre evitaba que mis hermanos y yo hablásemos crioulo para no tener problemas en la escuela. Cuando yo oía a los mayores hablarlo no entendía nada y me ponía a llorar. Empecé a prestarle atención en la calle con otros niños caboverdianos porque quería jugar con ellos", cuenta. "El sueño de mi madre era viajar a su tierra con los cuatro hijos. En 1997 fuimos todos juntos. Se lo recomiendo a los hijos de los caboverdianos nacidos en otros países. Es una referencia clave. Casi como crecer con padres adoptivos y un día conocer a los biológicos".
Lura actúa el día 24 en Bilbao (plaza Nueva) y el 26 en Cadaqués (Esportiu Municipal).
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