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Crónica:LO QUE HA LLOVIDO
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Le gusta la OTAN?

¿Le gusta la OTAN? ¿Quiere usted entrar? ¿Y salir? ¿Si le meto podrá irse? ¿Si le prometo que le saco se lo creerá? ¿Y si le hago un referéndum de salida pero tomo al asalto la tele diciendo que no hay que salir?

Entre la primera pregunta y la última pasó un tiempo. Lo que publicábamos el 18 de agosto en primera página era: "El ingreso en la OTAN debe ser considerado pronto". Lo decía el Partido Republicano de Estados Unidos, y ya empezaba Cristo a padecer.

Empezaban a padecer Cristo, la izquierda que se oponía a la entrada española en la Alianza Atlántica y luego se la envainó -léase PSOE- y las masas de civiles antiatlantistas que se mataban a manifestaciones cuando, al llegar Felipe González al poder, pasó del OTAN, de entrada, no a una especie de OTAN, de salida, ni de coña.

Pero en agosto del 76 lo que recogíamos aquí era la opinión de los republicanos estadounidenses. El programa electoral de los antecesores de Bush vestía así el muñeco: "Nos estimulan los acontecimientos de la península Ibérica, donde tanto España como Portugal se enfrentan ahora a un futuro más prometedor. La ascensión de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debería ser considerada pronto". Estimulados ellos, gozábamos todos.

En otro orden de cosas, "Francia espera con impaciencia el fin de las vacaciones de Giscard". Y dale con las vacaciones de los gobernantes. Como aquí teníamos al Gobierno al pie del cañón -habían anunciado urbi et orbi que se quedaban sin recreo voluntariamente-, poníamos de relieve que el presidente francés tenía inquieta a la grey y que nunca había sido tan esperado.

Le esperaban, eso sí, con una batería de problemas, políticos y económicos, como la caída del franco. Pero también porque su hijo Henri y los jóvenes giscardianos habían hecho una travesura: de vuelta de un viaje a China, tras estudiar la realidad del maoísmo, hicieron público un comunicado diciendo que la gran batalla de finales del siglo se libraría entre el maoísmo y la sociedad liberal que ellos preconizaban. Y sembraron la perplejidad, sobre todo porque papá lo del maoísmo como contrincante no lo tenía previsto.

Por cierto, Chirac era entonces primer ministro. ¿Cómo hacen estos franceses para que les duren tanto los mismos nombres?

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