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Tribuna:EN MEMORIA DE JOSÉ LUIS PÉREZ DE LOS COBOS ESPARZA
Tribuna
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La pasión

Que la vida iba en serio, nos dimos cuenta después.

Qué difícil me resulta escribir sobre lo que no dimensiono, sobre lo que no comprendo, sobre lo que no tiene explicación (la mente Esparza es cartesiana).

Más allá de la pura razón científica... ¿Por qué la muerte? ¿Por qué ahora? ¿Por qué a ti, a los 59? ¡Qué injusto! ¡Qué indignante! A mí no me complace especialmente la eternidad. Es poco propensa a los reencuentros.

Jolís, mi primo Jolís, se ha perdido, o mejor, le han robado (¿quién?) un tercio de su vida. El ultimo tercio. Quizás el más placentero, el más sereno. El mejor. Ver consolidados a sus hijos, disfrutar de la emoción de los nietos (yo tengo ese privilegio por cuadriplicado). Vivir sereno, tranquilo. Todo lo que había que hacer, todo lo que había que cambiar (para sentirse vivo), todo lo que había que pagar, ya está hecho, casi cambiado y pagado...., o no se hace ni se paga. Esa etapa de vivir en tolerancia (todo es entendible), en eclecticismo (todo es verdad y no, simultáneamente), diciendo lo que se piensa sin pensar lo que se dice. Y sobre todo en dulzura, confiando en nuestras inseguridades, sin prisas, paladeando. A veces en soledad. Como en una ceremonia.

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La amistad

Porque si algún sentimiento tuviera que definir a Jolís, ese sería, sin duda, la pasión. La pasión ha sido su forma de vivir. Ese impulso, por naturaleza excesivo, y casi siempre incontrolado, le ha valido sus grandes amigos (no pocos), amigos interminables. Y a la vez, como precio necesario, le ha castigado con sus enemigos (pocos) lo que tampoco es necesariamente malo. Es saludable la diferencia.

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Torbellino de la naturaleza. Avasallador. Hedonista. Vitalista. Festero. Devorador de la vida minuto a minuto. Derrochador de afectos. Culto. Generoso. Seductor al fin.Amigo ilimitado. Y paralela e, incluso, simultáneamente, capaz de inesperadas y contundentes críticas y desplantes. Siempre parecía haber rebasado la edad de la prudencia. Así era Jolís. De 98 octanos. Participaba de lo que decía Jorge Guillem: "Amigos y nadie más.El resto...., la selva".

Su potencia, reconocida por sus más íntimos detractores, le ha llevado a conseguir todo lo que ha sido. Nadie le ha regalado nada. Todo a pulso. A pulmón. Sin red. Jolís era de los de la cofradía del clavo ardiendo. Para atrás, ni para tomar impulso. Nunca reclamó un espacio para ganar, sino uno para luchar. Creo que entendía, con Sartre, que el hombre debe inventarse cada día. Lo cierto es que crecer y adaptarse a los tiempos, es un lujo reservado a unos pocos. Jolís, uno.

Esa fuerza pasional ha exigido que otros, como siempre, los demás, tuvieran que adaptarse, seguirle, acoplarse, recibiendo magníficas compensaciones, y, en no pocas ocasiones, algún que otro estufit imprevisto. Como buena Mantis Religiosa que era (por más que dio más pruebas de mantis que de religiosa). Y eso, como nadie, lo ha hecho su gente. Algunos amigos, sin mayor esfuerzo, siempre beneficiarios, entiendo. Pero sobre todo su mujer Mar y sus hijos, Mar (¡qué huevos!), Juan y Jolís. Y sus hermanos Santi y Elena, siempre de guardia. Todos permanentemente dispuestos. Desde siempre y hasta el final, a costa de horas de sueño y algún jirón de piel. Nada fácil. Chapeau!

La prensa ha subrayado la importante presencia de Jolís en su tiempo, en su medio, en su sociedad. Referencias merecidas a un esfuerzo, muchas veces gratuito e incomprendido. No voy a insistir aquí.

Pero yo soy quizás el que más, de unos pocos, ha disfrutado de lo mejor de Jolís, hasta que el maldito tumor, el hachazo invisible y homicida, que citaba su amigo, nuestro entrañable amigo, Alejandro Máñez, le ha derribado. Supongo que le ví nacer (privilegio de ser un año mayor) en Sorní 17 (hoy 13), en la casa de la familia Esparza (gente magnífica), en la que nos separaba teóricamente un piso. Espacio que se encargó de hacer desaparecer "la escalera pequeña" (la interior) que unía las puertas siempre abiertas de nuestras casas. Abiertas por deseo de nuestras madres, que expresamente nos criaron como una sola familia. Sin alaracas, con la austeridad, sencillez y solidez Esparza. En medio del inolvidable sonido de deslunado, lleno de copla y de interminable serial radiofónico. El de la tía Teresa: Tres hombres buenos. Capítulo 2.943.

Creo que hasta mi madre le dio un tiempo el pecho a Jolís, a causa de una incomprensible carencia de mi tía Fina, que exhibía facultades más que sobradas para el menester. Quizás eso ha causado esas diferencias que manteniamos entre nosotros, y que tanto nos han unido.

Se amontonan en mí ahora tantos y tantos recuerdos, a más velocidad de la que puedo escribir, con los ojos mojados y la venas del cuello hinchadas. La terraza de los abuelos (¡qué calidad de abuelos, qué privilegio!). Allí el futbol con Ernesto Hernández y Santi, las "noches en los jardines de Esparza", como las bautizó nuestro primo Luis Costa (otro espíritu refinado y delicioso), con las guitarras, provocando la complicidad y las iras del vecindario. Junto con toda la primada, los Costa, los Esparza, tu hermano Santi, mi hermana Carmencita, superando voluntaria y dulcemente incomprensibles rencillas de generaciones anteriores. ¿Te acuerdas Jolís? (Me resisto a seguir manteniendo la distancia de escribirte en tercera persona. No puedo digerir aún tu ausencia. Tu injustificada ausencia).

La muerte de tu hermano, mi primo Javier. Nuestro primer manotazo duro. El primer golpe helado. Él fue quien te inspiró tu primera composición, tu primera canción. Qué angustia! Y luego las verbenas del Náutico, de la Hípica, los guateques (siempre peleando por las más guapas, a costa de 99 noes, si hacía falta. La pasión. Ya la pasión). En casa de Rafecas, en casa de Fernando Campos y en la de tantos otros siempre dispuestos a emocionarnos con las castas faldas escocesas y la música, nuestra música, la de los 60. Cuanto le debemos a Sapore di Sale, a Only You y no digo nada de Cuando calienta el sol. Mas tarde la facultad, la lucha democrática.Y después, desde la abogacía, buscando siempre espacios de libertad, defendiendo los ataques de los salvapatrias (ya vencidos ) a los demócratas que se la jugaban desde los Sindicatos, desde la Prensa, desde la propia Justicia.

Pero si algún recuerdo me une interminablemente a ti es The Michaels. Cuántas horas (nos parecían un suspiro) inventando música en la buhardilla de la abuela de Pepe Coll, Doña Pepita. Sacando los acordes de las canciones de Elvis, de los Beatles, que nos parecían nuestras (quizás lo eran). Con esa indignante facilidad tuya para la música, como la del Corto y la de Pepe Coll, que me obligaba a blanquear mi torpeza con el infalible Et Maintenant. ¿Te acuerdas cómo con una simple mirada cómplice dábamos la entrada a nuestros instrumentos, incluso a la atronadora batería de Pepe Coll, y esa magia nos hacía sonreír en pleno rock, cuando no nos humedecía los ojos? Nada mejor que tu House of the reising sun, tu What?d I say ,tu Tutti frutti. Las Maikeladas en nuestros revivals, ya con nuestras barriguitas, en Rocafort, en Campo Olivar, con todos nuestros ancianos fans (la última, con Pepito Coll en casa Ricardo Fuster, 1994).

Los Michaels. ¡Qué factor de riesgo¡ Sólo quedamos dos. Y el Corto tiene ventaja al ser más bajito. ¡Qué miedo¡. ¿Porqué os habeis ido tan pronto? Pepito Coll, el nostre Pepe. Fernando Campos, tan genial, tan malvado, tan divertido. Y ahora tu. No hay derecho.

No mentía quien dijo que nadie muere mientras se le recuerda. Si eso es así, yo te prometo, Jolís, que serás eterno. Como lo son Pepe y Fernando. Los tuyos, tu familia, tus amigos, no te van a olvidar. Y por lo que a mi repecta, con la eterna promesa de llevarte en el corazón, me quedo con la amargura y la indignación (ese gato negro y rabioso instalado en el estómago), abrazado a Pepe Errando, de no poder oir ya nunca más, en tu voz de rockero poderoso, que el maldito tumor de los c.... ha reducido a susurro tu A bamba buluba bulan bam bu.

Voy a quemar mi contrabajo, voy a incendiar mi Fender, que ya desconecté cuando se fue Pepe Coll, para unir sus cenizas a las tuyas. Llévatelas donde vayas. Y que sea donde más guste, donde mejor se encuentre tu pasión. Quizás en un interminable espacio entre el cielo de Rocafort y la mar de Dénia.

Para el viaje (ojalá sea como el de Ítaca) te quiero regalar un trozo del poema de Garcia Lorca, con quien tanto disfrutábamos: Dulce chopo / Te has puesto de oro / Ayer estabas verde / Un verde loco / De pájaros gloriosos / Hoy estás abatido / Bajo el cielo de Agosto / Como yo bajo el cielo / De mi espíritu rojo.

Te quiero. Te querré, Jolís.

Tu primo.Vicente Rodriguez.El autor recuerda las vivencias compartidas

con José Luis Pérez de los Cobos y su amor

por la vida y la libertad

Vicente Rodríguez Esparza es abogado y miembro del Club Jaume I.

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