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Reportaje:FESTIVAL DE SALZBURGO

No todo es ópera en la ciudad de Mozart

Deslumbrante recital de Maurizio Pollini y concierto para dos pianos del palestino Saleem Abboud Ashkar y el israelí Itamar Golan.

El enorme escenario de la sala grande de la Festspielhaus de Salzburgo se incrementó en cuatro filas en cada uno de sus laterales. Suele pasar cuando va a actuar el pianista Maurizio Pollini, un mito vivo. Las entradas desaparecen y las presiones son enormes para estar donde hay que estar, es decir, en la sala. Además, se había anunciado un programa íntegramente dedicado a Mozart, con un par de sonatas, un adagio y una fantasía, y eso siempre levanta expectativas en un artista de su rigor. Por si fuera poco, la ciudad estaba empapelada con el anuncio de su disco dedicado al compositor salzburgués con la Filarmónica de Viena en el sello DG.

Pollini es como es, e hizo su "travesura". Respetó lo anunciado, pero lo ventiló en una intensa primera parte. Para la segunda se reservó las Variaciones opus 27 de Antón Webern y la Segunda sonata para piano de Pierre Boulez, uno de los títulos capitales del compositor francés, que data de 1948. Cinco personas se marcharon sigilosamente después de escuchar su Webern. El resto permaneció, no sé si con resignación o sin ella, pero sí puedo afirmar que al final acabó entregado, forzando al pianista milanés a regalar dos propinas, las dos de Debussy, y las dos absolutamente excepcionales, con lo que el auditorio enloqueció. Había dado la vuelta a todo lo previsto, casi sin despeinarse. Qué tío.

Bien es verdad que de principio a fin estuvo sensacional. Pollini hizo un Mozart cristalino, analítico y estremecedor por momentos, como en el adagio K540. Su Webern fue insuperable y su Boulez situó al francés como uno de los músicos fundamentales del último siglo. La capacidad de Pollini de llevar al huerto a sus seguidores es total, y créanme si les digo que las aclamaciones eran más entusiastas si se trataba de corresponder a piezas de Debussy o de Boulez que del mismísimo Mozart. Un fenómeno.

Se habla italiano las últimas horas en Salzburgo. Ayer por la mañana, Riccardo Muti siguió el ejemplo de Barenboim e invitó para el concierto para dos pianos de Mozart K365 a un palestino, Saleem Abboud Ashkar, y a un israelí, Itamar Golan, un gesto que el público agradeció, sobre todo cuando los músicos se abrazaron. Después se estrenó La giusta armonia, del boloñés Fabio Vacchi, una de las 15 premières del festival, a partir de un texto de Franz Heinrich Ziegenhahen, socialista utópico a quien Mozart conoció en 1791. Muti culminó su mañana con la Filarmónica de Viena con una primorosa y vitalista versión de la Sinfonía 41, y última, de Mozart.

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