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EL VIAJERO INCANSABLE
Columna
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De cutresexuales, olas falsas y gorditos chapoteadores

Estamos a tiro de piedra de una playa de arena fina, con dunas y olas de verdad. Pero es domingo y miles de personas prefieren hacer cola y esperar a que los responsables del parque acuático abran las puertas. Con los manguitos incrustados hasta los sobacos, los niños hacen penitencia bajo el sol caminando con los brazos extendidos como los empalados de la semana santa extremeña. Las mujeres cargan con toda clase de recipientes conservantes para los bocadillos, y los hombres... Los hombres controlan y organizan. Bueno, hay alguno que prefiere liarse un porro. "¿Ya estás fumando otra vez? Y delante de la niña. ¡Decenia, dile algo a tu padre! Todo el día con la grifa. Si es que ya no te puede hacer ni efecto", se queja una suegra. Y Decenia, que no tendrá más de seis años, sonríe a su padre, que ya está tocando la trompeta con un colega.

Las puertas se abren a las doce del mediodía. Nada más entrar, el personal se hace con una tumbona, un donut flotador y ocupa su espacio como si fueran colonos en una del Oeste. Luego, el ritual de las cremas, la organización del terreno ocupado, la colocación estratégica del abuelo cascarrabias y ya está. Al agua. Hombres y niños suben los escalones de dos en dos para hacerse con un puesto privilegiado en las atracciones. Todas se basan en lo mismo. Deslizarse por el agua para caer como una bomba en la piscina. Si te dedicas a mirar, lo más distraído es darle vueltas de tuerca al principio de Arquímedes. Todo niño gordo sumergido en un fluido chapotea de forma desaforada hasta desalojar todo el volumen de agua de la piscina (los expertos en física pueden enviar sus protestas al correo de Forges).

Después de comer, hay un paréntesis para hacer la digestión. Es ahí cuando surge un nuevo tipo de hombre, a medio camino entre el metrosexual y el macho ibérico. Es el cutresexual, una suerte de Beckham sin el manierismo de éste. Este tipo prefiere las piscinas a las playas deshabitadas, se mueve con soltura en el bullicio y sigue los cánones de la indumentaria metro. Pantalón pirata, chanclas de dedo, pelado jarrai y camiseta sin mangas para lucir los tatuajes. Combina los símbolos japoneses con dibujos de rosales alrededor del bíceps y le da un toque propio, por ejemplo una inmensa virgen del Rocío tatuada a la espalda o un corazón en el brazo con el genuino Amor de madre. Grosso modo, viene a ser un capullo que regaña a su mujer cada vez que una de las seis neveras que le cuelgan del cuello cae al suelo. "Si es que no estás en lo que estás, Mari". En fin, al cutresexual le encanta el parque acuático, que recibe ese nombre porque el líquido que se usa en sus atracciones tiene grandes cantidades de cloro, antical, algicidas, floculantes, disminuidores o aumentadores del Ph y colorantes para detectar la presencia de orina. Todo eso y un poquito de agua.

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