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Crónica:CARTA DESDE SUIZA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La barrera de 'rösti'

El rösti es uno de los platos típicos de este país, en igualdad con la fondue o el queso de Gruyère. El manjar en cuestión consiste en un revuelto de patatas fritas con cebolla que sirve de acompañamiento a numerosas especialidades helvéticas. Algo muy similar a nuestra tortilla patria, sólo que sin los huevos. Ahora bien, la expresión "barrera de rösti" (o Rösti Graben en alemán) es una forma humorística de definir uno de los curiosos problemas de éste país, aparentemente sin problemas: el casi infranqueable muro psicológico que separa a las dos principales comunidades lingüísticas: los francófonos y los suizos de expresión alemana. Mientras los francoparlantes hablan un francés estandarizado y comprensible en todo el mundo de lengua francesa (aunque con un marcado acento y ciertas expresiones muy peculiares), los de expresión alemana, que incluye a casi el 70 % de la población de Suiza, hablan algo llamado Schwyzertütsch en oposición al Hochdeutsch, que es el alemán canónico hablado en Alemania y Austria. Este complejo dialecto germánico no sólo es difícil de comprender para el resto del mundo de habla alemana, sino que comienza a generar graves quebraderos de cabeza a las autoridades educativas de la Confederación Helvética. Numerosos estudios federales coinciden en destacar que las jóvenes generaciones de suizos alemanes no sólo han abandonado casi por completo el estudio del francés en la escuela primaria y secundaria (en beneficio del omnipresente inglés) sino que comienzan a tener ciertas dificultades a la hora de relacionarse o trabajar con sus primos de Alemania y Austria. Y cuando se toca la sacrosanta competitividad se acaban las bromas.

Suiza está compuesta de 26 pequeños cantones (o provincias) con fuerte autonomía lo que provoca que nos encontremos con 26 sistemas educativos diferentes creados a la medida de cada uno de los cantones, y que en ellos (en particular los de lengua alemana) proliferen alegremente ricas variaciones del Schwyzertütsch.

El fenómeno de la explosión de los dialectos es especialmente notable entre los jóvenes, que ven en ello un fuerte signo identitario. Es así que se llega al extremo de que chavales que se deleitan con la última estrella del rock de Berna tengan dificultades a la hora de compartir su afición con sus primos de Zürich, dado que estos no comprenden algunas de las variedades dialectales usadas por la estrella en cuestión. Un auténtico galimatías idiomático que no impide a los suizos mantener sus legendarios y envidiables niveles de vida e ingresos, casi sin igual en toda Europa.

El desinterés entre ambas comunidades es notable y, a excepción de los raros ídolos capaces de generar consenso como Roger Federer o el venerado entrenador del equipo nacional de fútbol Köbi Kühn, pocos son los suizos reconocidos en todo el territorio nacional.

Pero la otra "barrera de rösti" es aún más imponente: los Alpes. Estas montañas logran que Suiza mantenga con respecto al resto de Europa una actitud de distancia y relativo desinterés muy similar a la que mantiene consigo misma. Siglos de "neutralidad integral" y riqueza no pasan en vano. La carismática ministra de Asuntos Exteriores, la socialista Micheline Calmy-Rey, dijo hace unos meses: "la adhesión a Europa no es algo que sea previsible para mañana". Pero siempre cabe esperar que, a la vista de los logros de la UE, los suizos decidan, por fin, comenzar a demoler su secular "barrera de rösti".

Aunque una vez observado el discreto regocijo con que los helvetas acogieron el "no" a la Constitución Europea en Francia y Holanda, es posible que eso forme parte de la política-ficción.

Un muro psicológico separa a las comunidades de habla francófona y alemana.
Un muro psicológico separa a las comunidades de habla francófona y alemana.

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