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SIN PERDER LOS NERVIOS
Columna
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El día de las bestias

El día no podía haber comenzado mejor. Mariano Rajoy se fumaba un puro y buscaba una manguera en Galicia, o viceversa, y ésta arriba firmante por fin podía contemplar las fotos de la hija póstuma del gallego ¡doctor Iglesias Puga!, que dio origen a la saga de los famosos cantantes, poniendo a prueba la tercera entrega de La venganza de la momia. Los milagros galaicos, que si haberlos haylos me digan dónde están, florecían aparentemente por doquier.

Me duché con gel especial antitristezas y me exfolié con un exfoliante que hace ver que no me ve, lo cual resulta de lo más conveniente. Luego me puse las bragas de las grandes ocasiones (es decir, las de Nunca Jamás), y esperé, con esta paciencia que me dan los años y los eventos.

Mira tú, qué alivio, pienso, mientras me ducho con agua fría y gel antitristezas, y me enfundo las Bragas de Nunca Jamás

A la hora indicada, el president de la Generalitat, desde la puerta de una bellísima iglesia románica del pueblo más simbólicamente pequeño de la poderosamente europea ¡Catalunya!, me lanzó el Estatut por encima.

-Ja sóc aquí -dijo el Estatut.

Y yo me lloré en las bragas. Qué quieren que les diga. Cuando mi querido don Pascual Maragall me recordó que dos años no son nada, que febril la mirada, que parece que fue ayer y que de ésta salimos fortalecidos nosotros, España y Europa, y que vamos a contribuir a mejorar el Mediterráneo Sur (el del Este ni lo nombró), me lloré en las Bragas de Nunca Jamás, porque ya estoy hasta el chichi de mearme en mis mejillas.

Joder con el Estatut. Yo que pensé que iba a solucionarlo o a romperlo todo y ahora llega sin pena ni gloire y sin allons enfants de la patrie, que era tan de recibo. Don Mariano y su puro ni han temblado, mientras refrescaban Galicia con un fresco procedente, precisamente, de Galicia. Qué desilusión.

No he tenido otro remedio que irme a la tienda de la esquina, do el tiet (marido de la tieta de Serrat mezclado con ofensiva del Tet en plan Vietcong pero con i latina en medio) me ha cantado su habitual Loa a la Desconfianza de Agosto.

-Ya ve -ha dicho, mientras yo echaba mano a la Bombay normal y también a la Bombay Safir, por si acaso-. Los veraneantes yéndose, y estos gilipollas de guiris viniendo, y nosotros tan ricamente, como cada año, aprovechándonos de la ausencia de los unos y de lo primos que son los otros.

-Me ponga también dos de Jamesson -acoto, conciliadora-. Irlanda es un gran país.

-Europa se va a tomar por saco -de repente se le pone una cara de Samuel Huntington impresionante-. Estamos infestados de musulmanes, desde allí hasta aquí.

Y hace un gesto que se inicia en el almacenamiento de cavas Gramona, para terminar en un estante lleno de latas de almejas de las supuestas Rías do fuma don Mariano.

-El día menos pensado nos van a cortar el cuello -añade, al tiempo que añade unos grisines a mi capazo.

-Si le sirve de consuelo -no estoy dispuesta a desdeñar la oportunidad de aportar mi granito de arena a la guerra entre civilizaciones-, le diré que aquello de allí también está lleno de hebreos que se están cargando a todo lo que vive. Y que Europa no mueve el puñetero culo.

-¿Lo ve? -arroja unas muestras de MacCallan en mi cesta; nunca le vi tan desprendido-. ¡Hitler se quedó corto!

No puede ser, sollozo, dejando caer el bulto y dejándome caer a mi vez en la oscuridad. Cuando despierto, compruebo que he tenido una pesadilla. Lo sé porque no hay en derredor ni Bombay, ni Jamesson.

-Hoy entra en vigor el Estatut -habla The Radio.

Mira tú, qué alivio, pienso, mientras me ducho con agua fría y gel anti-tristezas, y me exfolio con un exfoliante indiferente y me enfundo las Bragas de Nunca Jamás.

¡Y el doctor Iglesias Puga, antiguo ginecólogo de la mujer de Franco, nos deja un bebé póstumo!

Un día bestial.

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