Ottey y la historia interminable
La velocista, de 46 años, con ocho medallas olímpicas y 14 mundiales en su palmarés, queda eliminada de los 100m pero promete volver a correr
Kim Gevaert, belga de 28 años, la gran favorita, ganó ayer la final de los 100 metros tras parar el reloj en 11,06s. Y casi nadie la felicitó. Los aplausos, las flores, las fotos, fueron para una eslovena de 46 años eliminada en las semifinales. Para una atleta que corría sus primeros Europeos después de ganar ocho medallas olímpicas y 14 mundiales bajo la bandera de Jamaica. Para Merlene Ottey, la mujer de bronce, varias décadas de terceros puestos y un escándalo de dopaje por nandrolona a sus espaldas. Ottey, con 11,44s, no se metió en la final. A nadie le importó: "Nos vemos el año que viene", le dijo al público de Gotemburgo, volcado con la velocista a la que vio ganar el oro mundial de los 200... hace 11 años.
"Mi madre tiene dos años más que ella; y no la veo aquí". Gevaert lleva varios años con los ojos como platos. Compite contra una señora que es 20 años mayor. Y contra un mito: "Su nombre nos ha inspirado a todas", reconoce. "Todas las chicas de mi edad la teníamos como modelo. Y ahora, tantos años después, estamos intentando ganarla. Es increíble".
Nadie sabe muy bien qué ha llevado a Ottey a resistir tanto tiempo al más alto nivel. Un día, cuando ya llevaba seis Juegos disputados, la federación jamaicana le dijo que era demasiado vieja para competir. Ni se inmutó. La ecuación era fácil: ella quería correr en los Juegos de Atenas. Eslovenia, el país que la acogía para entrenarse, buscaba una velocista de primer nivel. Así que Ottey, la mujer con la estatua más grande de Jamaica, 2,4 metros de bronce en Kingston, se nacionalizó eslovena en 2002.
"Ljubliana [capital eslovena] me pareció increíble", suele contar. "Las instalaciones, el hospital para hacerme pruebas, el gimnasio, todo está a mano. Ahí tengo todo lo que necesito". ¿Y qué necesita Ottey para seguir corriendo a los 46 años? No muchas cosas: una pista donde entrenarse. La atención "cariñosa y no intrusiva" de los eslovenos. Y comer lo mismo todos los días desde hace 30 años: harina de avena, algo de pan y queso. "No como mucho y puedo comer lo mismo una y otra vez. Simplemente, me encanta correr. Y una vez que amas algo, puedes aguantar la tortura. Me apasiona. Cuando todo termine, donaré mi cuerpo para que se estudie".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.