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Crónica:PIE DE FOTO | EL PAÍS, 27-09-2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

La mosca calva

Juan José Millás

Si vamos entendiéndolo bien, los genes funcionan a modo de interruptores que activan o desactivan las funciones corporales. Girando la llave a la izquierda, se apaga el gen; a la derecha, se enciende. Es lo que han hecho con el ratoncito de la imagen. La fotografía superior se obtuvo después de desactivar el gen de la calvicie total o Hairless, llamado así porque hair quiere decir pelo y less sin, o sea, sin pelo. En el idioma inglés se construyen palabras a cien por hora. Aparece una realidad y a los dos segundos ya tenemos la palabra para nombrarla. ¿Cómo se llamará en inglés un individuo sin casa? Pues un homeless (de home, casa, etcétera). En español vamos más lentos. Todavía continuamos llamando sin papeles a los simpapeles y sin casa a los sincasa, con lo bien que quedaría decir: Mira a ese simpapeles o no te pierdas a esa sincasa. También decimos sin pelo, pese a la alopecia galopante. Pero es que para nombrar a los sin pelo tenemos la palabra calvo, que era también una marca de atunes, claro, Calvo, etcétera.

El caso es que Catherine Thompson, una científica norteamericana (como debe ser), ha dado con el cuadro de mandos del Hairless o gen de la alopecia y lleva varios meses apagándolo y encendiéndolo. Cuando lo apaga, el ratoncito de la foto se queda en pelotas. Y cuando lo enciende le sale el abrigo. De pequeño, me gustaba jugar con el interruptor de la luz, para hacer que la realidad desapareciese y se manifestara. Mis padres me reñían porque los interruptores duraban dos semanas. Un gen, en cambio, dura toda la vida, aunque te pases las horas haciendo girar la llave de un lado a otro. Que hubiesen puesto un gen en la pared.

Hechas estas consideraciones de orden técnico, no me digan ustedes que no les da pena el ratoncito de la foto superior. Ahí está el pobre, sin cejas, sin bigote, sin pestañas, sin vello corporal, desnudo frente al mundo. Al verlo así te das cuenta de que no hay Dios, porque si hubiera Dios, el ratoncito estaría mejor encuadernado. Fíjense en las arruguitas de la piel, tan semejantes al cuarteado de la tierra seca. Y no es que se le hubiera tocado el gen de la hidratación, sino que el pobre era así. Conmueve su expresión de desamparo, como si acabaron de sacarlo de un campo de concentración y es que acaban de sacarlo de un laboratorio, que viene a ser lo mismo.

El Hairless, de acuerdo con el artículo que acompañaba a la fotografía, fue descubierto en la mosca Drosophila en 1923. Un grupo de científicos tocó el interruptor y la mosca se quedó calva.

Dado que compartimos con el ratón (y quizá con la mosca) el 99% de los genes, estos experimentos nos permitirán localizar nuestro propio interruptor, de forma que podamos jugar a que el pelo se nos caiga y nos vuelva salir a capricho del consumidor del gen. Ahora bien, observando al ratoncito, cabe preguntarse si estos animales nos dan asco por el 99% de interruptores que compartimos o por el 1% que nos diferencia. Y otra cosa: si sólo nos separa un 1%, ¿no deberíamos parecernos más? ¿O es que hay un gen de la semejanza que quizá ellos tienen en on y nosotros en out? Todo son preguntas.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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