La vida alrededor de un botón
De una pequeña fábrica de Illescas (Toledo) salen al año millones de botones que van a parar a ropa de todo el mundo. A las pasarelas de Milán o a las exclusivas tiendas romanas de Via Condotti. A los escaparates nacionales o a los cientos de tiendas de firmas españolas con proyección internacional como Adolfo Domínguez, Roberto Verino, Zara, o Caramelo. Los responsables de Armani o Versace saben quién es Luca Cuccolini. Un italoespañol nacido hace 43 años en Módena, cuna del aceto balsámico y la Ferrari, que sigue la tradición botonera de la Emilia-Romagna pero que corta jamón ibérico y sirve vino de Rioja a quienes ven sus sorprendentes catálogos en las ferias de moda.
"Veo un objeto curioso y enseguida pienso cómo podría trasladarlo al diseño de un botón", dice Luca, y si las vitrinas de los museos o libros de arte le lanzan mensajes sugerentes, los escaparates de las tiendas mucho más. "Es inaguantable ir conmigo de compras. Canso a cualquier mujer", confiesa. Y no es de extrañar que su mente y su vida giren alrededor de un pequeño círculo con agujeritos en medio: 35 millones de botones produjo Luca Cuccolini (www.lucacuccolini.com) el pasado año. A mitad de 2006, la empresa ya ha despachado 25 millones de unidades.
"Mi mujer tiene su firma de ropa y de vez en cuando me pone los cuernos comprando botones a otros"
Veo un objeto curioso y enseguida pienso cómo podría trasladarlo al diseño de un botón
Además de representaciones por toda España, Cuccolini tiene oficinas comerciales en Francia, Portugal, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y Turquía. El norte de África, Europa del Este, Rusia y China son sus próximos objetivos, donde instalará más oficinas y almacenes de acabado, para que los confeccionistas que fabrican en esos lugares puedan recurrir a sus catálogos.
No teme a la amenaza china, que atornilla a la industria textil y que ya es el segundo fabricante de botones del mundo. "Nos enfrentamos con la calidad de nuestros productos y nuestras armas son la seriedad, la innovación constante y el prestigio. Hemos optado por el mercado de las grandes marcas". Así que frente a lo masivo el lujo, que tiene un sitio en el mapa: "Lo que era imposible, vender en Italia, lo hacemos. Yo sólo llevo 20 años en esta industria y compito con gente de tradición botonera de hace 300 años. Italia sigue siendo el fabricante número uno de botones, porque es el país con mayor confección".
"La maquinaria nueva que sale al mundo del botón la tenemos, porque queremos estar en primera línea. Somos la única empresa botonera española que está presente en cuatro ferias internacionales". "Sacamos unos 300 modelos", aunque luego funcionen 100. "¿Qué si nos copian? Sí, es el riesgo de estar en la vanguardia y presentar tendencias". Cuida mucho los detalles y los modelos entran por los ojos presentados como primorosas cajitas de bombones, con un prototipo de botón en cinco o seis tamaños.
"Si en los noventa hubo una crisis, por el minimalismo en la ropa, ahora vivimos una resurrección del botón", señala. Y lo más nuevo, dentro del auge de la estética de los setenta, "es el botonazo". También se busca la inspiración en formas antiguas. Dos tiendas de Londres y Milán y un museo alemán del botón le sirven a Cuccolini para bucear en el pasado, pero la historia artesanal de su propia familia es fuente de inspiración.
La película biográfica de Luca arranca en Emilia Romagna, en el llamado valle del botón. La cámara recorre un par de pueblos, que concentran 200 fábricas y cuya economía se basa en el preciado accesorio. El objetivo se detiene en la fachada de Bottonificio Universal y en la despedida del padre y la abuela de Luca. Siguiente plano: Luca padre busca unos terrenos en la España mesetaria. "En un principio quería montar una fábrica en Brasil, pero se quedó en Illescas". Es el año 1969 cuando nace La Botonera, como se conoce en la zona a la factoría Cuccolini. Luca hijo tiene entonces cuatro años; va a estudiar interno a los escolapios de Getafe y crece al tiempo que la industria paterna. Un contrato con El Corte Inglés, "lo que más pitaba entonces era la moda a gran escala", es providencial para el auge de La Universal Botonera.
Pero en los años ochenta "las cosas fueron mal" y el padre echó el cierre. "Mi madre cogió las riendas y yo, que tenía 21 años, la ayudé a recuperar los clientes de Madrid y Toledo. Fuimos como el ave fénix y resurgimos de las cenizas con el "pronto moda. Servíamos rápido, otra gente daba 15 días y nosotros dos. Avanzamos a Galicia y Cataluña. Yo viajaba a explorar a Milán y a París y hacía de todo: diseñaba, ayudaba a pintar botones, los repartía..."
La película tuvo un final feliz y la segunda parte no puede ser más "taquillera". "No he estudiado Bellas Artes ni nada, sólo soy un comercial, pero soy fantasioso, como mi padre. Creo que él está orgulloso de lo que he hecho", confiesa este emprendedor nacido en una de las ciudades clave en el movimiento obrero italiano. Ha contagiado su pasión por el botón al equipo de su base toledana, donde trabajan más de 40 personas, con una media de 33 años, y el 80% mujeres. "Son muy hábiles en las mezclas y en la selección del color", señala mientras muestra el quehacer de su fábrica y resalta el empleo de elementos naturales, en los que ha ganado fama: corozo, cuerno, nácar cultivado... "Aquí no hay colorantes con plomo o anilinas", advierte, y eso le abre puertas "a mercados ecologistas como el alemán".
Ahora está ilusionado con la fábrica nueva (con diseño del arquitecto toledano Juan Pedro Navamuel), que inaugurará el año que viene en Illescas. Tendrá más espacio, máquinas más sofisticadas, más gente. "Triplicaremos la producción", augura. La antigua fábrica, junto a la carretera de Illescas a Yuncos, está casi engullida por una nueva radial de peaje. Y el edificio, con apariencia exterior de casa de campo, se les ha quedado pequeño. "Estamos comprimidos". Esto es muy sacrificado, exige dedicación completa y no quiere que su hija (de dos años) siga la estela botonera, aunque no podrá evitar el influjo de la moda, pues su madre es confeccionista. "Mi mujer tiene su firma de ropa y de vez en cuando me pone los cuernos comprando botones a otros", bromea el empresario.
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