Tal como éramos
En estos días tengo que contarles algunas de las cosas, más o menos llamativas por diferentes motivos, que publicábamos en este periódico en el agosto de hace 30 años. Es una forma de echar la mirada atrás con ternura, curiosidad, una sonrisa de benevolencia o llevándonos directamente las manos a la cabeza. Y por supuesto, si hay que aplaudir, se aplaude. Iremos día a día, excepto los lunes, porque entonces no salían los periódicos.
El año de gracia fundacional inaugurábamos el mes con una entrevista larga -doble página apretada- y densa -hay que reconocerlo- con el presidente del Banco Santander, ya entonces Emilio Botín (padre). El contenido, convendrán conmigo, no era lo más propio de una Revista de agosto, dado que, mientras los lectores se daban la crema bronceadora, el señor Botín tronaba contra la nacionalización de la banca -como si alguien hubiera tenido tal urgencia-, por ser propia de regímenes totalitarios. Él no lo decía, vive Dios, barriendo para casa, sino porque, llegados en la vida "a una cierta altura, los sentimientos de egoísmo suelen dar paso a otros y, en primer lugar, al interés del país en que se ha nacido y se vive".
El presidente del Santander mostraba, además de su acendrado altruísmo, un fino olfato. Y en momentos en que más de un poder fáctico afilaba las uñas contra la salida a la luz del partido comunista, él sostenía que "es totalitario y antidemocrático, pero creo que lo más inteligente sería legalizarlo". Tras este rasgo de lucidez, añadía que "el objetivo de los comunistas es la destrucción de la sociedad libre", algo que, si lo leen hoy Santiago Carrillo y demás compañeros mártires, que tantos pelos ideológicos y personales se dejaron en la gatera en aras del consenso para la transición, les hará pedir las sales y el confesor.
En una muestra de inusitado cosmopolitismo, aquel 1 de agosto EL PAÍS daba la cartelera teatral londinense obra a obra, local por local. Ocupaba exactamente el mismo espacio que la programación televisiva de la semana, con lo que el lector quedaba informado a partes iguales de la carta de ajuste de Televisión Española -la única que había- y de la representación de Othello en el Open Air Theatre.
Y en la sección de Internacional, un titular que actualmente no sería posible sin que temblara el misterio: "La policía rodesiana detiene a treinta negros". Aún no se había inventado lo políticamente correcto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.