Batazos de anabolizantes
Cuando Trevor Graham le mandó a la Agencia Antidopaje estadounidense una jeringuilla cargada de THG, un anabolizante indetectable, hizo algo más que revolucionar el mundo del atletismo. Abrió el caso Balco. Y consiguió que todas las miradas se dirigieran al béisbol, el deporte de los bateadores de brazos imponentes y cuerpos hiperdesarrollados.
Y estalló el escándalo: el 50% de los jugadores de béisbol usaban esteroides y el 80% algún tipo de estimulante antes de cada partido, según Victor Conte, el presidente de los laboratorios Balco. Los porcentajes afectaban a las estrellas. A los bateadores. Y a los dos hombres que habían batido el récord de home runs del mítico Babe Ruth.
En 1998, Marc McGwire, batía la marca con 70 home runs. Tan solo tres años después, Barry Bonds volvía a pulverizar la marca con 73 bolas. El récord más antiguo se batió dos veces en tan solo tres años. McGwire siempre admitió que no lo hubiera logrado sin la ayuda de los esteroides, que se prohibieron durante la temporada en la que se retiró. Lo de Bonds fue más allá: el jugador de los San Francisco Giants tuvo que admitir que consumía sustancias producidas por los laboratorios Balco, aunque siempre negó que supiera que se trataba de esteroides y anabolizantes. Justo el mismo cóctel que admitió haber tomado José Canseco, la estrella de los White Sox, en 2005.
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