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Reportaje:ESPECIES EN PELIGRO

Los anfibios entran en barrena

Un hongo tal vez salido de un laboratorio hace 70 años lleva al borde de la desaparición a un tercio de los batracios

Los anfibios se mueren. Ranas, sapos y salamandras de todo el planeta viven desde hace 20 años una extinción masiva sin precedentes. Desde Panamá hasta Peñalara, desde Suráfrica hasta el Reino Unido, un hongo ha diezmado en 20 años todas las familias de anfibios. Sólo algunas zonas de Asia parecen librarse de la plaga. ¿Qué diablos está pasando?

"Ante nuestros ojos está ocurriendo un fenómeno sin precedentes, algo único y terrible", explica Ignacio de la Riva, científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza revelan un panorama asombroso. Un tercio (el 32%) de las 5.743 especies conocidas de anfibios están amenazadas. Para hacerse una idea, sólo (no es poco) el 12% de las aves y el 23% de los mamíferos están amenazados. Un total de 165 especies de anfibios se han extinguido desde 1980 o al menos no ha habido rastro de ellas. El 43% de las especies están perdiendo ejemplares. Un holocausto anfibio. En 10 años, el número de especies en peligro se ha multiplicado por 10.

El 43% de las especies están perdiendo ejemplares. Un holocausto anfibio. En 10 años, el número de especies en peligro se ha multiplicado por 10
"Ante nuestros ojos está ocurriendo un fenómeno sin precedentes, algo único y terrible", explica Ignacio de la Riva, científico del CSIC

Desde que a mediados de los noventa los científicos notaron un ligero descenso de las poblaciones hasta ahora, los expertos no dejan de sorprenderse. Primero tardaron en notar la decadencia. Después pensaron que podía ser el cambio climático; en 1993 descubrieron un grupo de ranas muertas de forma extraña, y sólo en 1998 atribuyeron la causa de la extinción al hongo. "El Batrachochytrium dendrobatidis es la causa de la extinción. El hongo ataca la piel de los anfibios, se la agujerea y muy pocas especies sobreviven. Vive en el agua dulce", explica por teléfono Simon N. Stuart, responsable de la organización conservacionista Conservation International. "Pero aparte del hongo sabemos poco", añade. Stuart coordinó en 2004 la primera estimación mundial sobre las poblaciones de anfibios en la prestigiosa revista Science.

Todavía es un misterio de dónde salió el hongo. Todavía es un misterio cómo se propaga. Pero las teorías son tan sugerentes que merecen ser ciertas. "Un estudio de 2004 atribuyó la expansión del hongo a la rana Xenopus laevis", explica De la Riva, que ha organizado expediciones a Suramérica para estudiar el fenómeno. El nombre de Xenopus laevis no dice nada. El nombre de la rana de uñas o rana africana, tampoco. Y sin embargo es muy famosa: durante décadas se utilizó con dudosa fiabilidad para predecir si la mujer estaba embarazada. La prueba consistía en inyectar una muestra de orina de mujer bajo la piel de una rana. Si la mujer estaba embarazada, las hormonas de su orina harían desovar a la rana en pocas horas.

La técnica, desarrollada en Suráfrica en los años treinta, tuvo gran éxito en todo el mundo. Ejemplares de esta rana comenzaron a viajar por laboratorios del mundo entero y los científicos empezaron a utilizarla para todo tipo de pruebas.

De la Riva explica que hay motivos para sospechar de la rana y de la prueba del embarazo. En primer lugar, que la rana sobrevive al hongo. Después, los científicos buscaron en colecciones antiguas por todos los museos para ver cuánto tiempo llevaba circulando el hongo. Y los primeros ejemplares infectados han aparecido en colecciones de Suráfrica de los años treinta, en la época y la zona en que surgió la prueba de la rana.

Tenemos la pistola humeante y una rana con un móvil. Y sin embargo faltan pruebas para condenarla y preguntas sin respuesta.

¿Por qué, si el hongo se extendió en los años treinta, no se ha visto la extinción hasta ahora?

"Ése es el problema", replica Stuart. "No sabemos bien por qué, aunque hay que matizar. Ahora estamos viendo un declive que comenzó hace más de 20 años. No sabemos cómo se ha extendido tanto".

Lo cierto es que el hongo vive en el agua dulce y hay múltiples teorías sobre si lo transmiten las personas o los animales en sus viajes o algunos ejemplares de anfibios sanos. Sea como sea, el hongo pasó de África a Norteamérica y de allí a Suramérica. En 1997 aparecieron centenares de ejemplares de sapo partero muertos en Peñalara (Madrid). En 1999 se vio que la causa era el hongo y que éste es el primer punto de entrada en Europa.

¿Y por qué no antes? "Porque puede que el cambio climático haga más vulnerables a estas especies y más letal al hongo, y por eso ahora se han disparado las extinciones", añade Stuart. Hasta hace poco, este tipo de hongos, llamados quítridos, sólo se conocían como parásitos de plantas, algas e invertebrados. Los científicos no descartan que el hongo siempre haya estado en contacto con los anfibios y que, sólo recientemente, las poblaciones se encuentren inmunodeprimidas y, por tanto, sean más sensibles al patógeno.

Puede que la desaparición de las ranas parezca un asunto menor. Mucha gente lleva sin ver ranas bastantes años y no le afecta. Aparentemente. Como resume Stuart, "la desaparición de los anfibios muestra la enfermedad del ecosistema y su fragilidad". Además, el declive masivo de los anfibios puede tener muchas otras implicaciones. Los insectos pueden verse favorecidos o el hueco de las ranas lo pueden ocupar otros grupos.

Los científicos andan preocupados. Unos 50 expertos han pedido en Science que se cree un fondo de 400 millones de dólares para paliar la pérdida de biodiversidad. "No sabemos si estamos a tiempo, pero sabemos que si no hacemos nada, es probable que perdamos centenares de especies. Y luego vendrán otras", señala Stuart.

El actual ritmo de pérdida de especies en el planeta sólo es comparable al de la extinción de los dinosaurios, hace 65 millones de años. Los anfibios van por delante. Pero no son los únicos. El resto estamos a la cola.

<i>Colostethus ruthveni</i>.
Colostethus ruthveni.CI

Silencio en la sierra de Madrid

EL SAPO PARTERO (Alytes obstetricans) no canta en Peñalara. La laguna de la sierra de Madrid, que hasta hace 10 años estaba llena de estos sapos, se encuentra hoy casi vacía, explica Jaime Bosch, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. Bosch explica que ahora sólo quedan en cuatro sitios y que se reproducen de forma residual. "El patrón se repite en todo el mundo. Quedan los más resistentes". Lo mismo ocurre en otras lagunas de la sierra del Guadarrama, del Pirineo y Asturias, todas zonas altas de montaña.

Peñalara fue el primer caso conocido en Europa en el que entró. "En 1997 comenzaron a morirse, pero hasta 1999 no sabíamos qué era". "Se puede hacer muy poco. Se les puede tratar en cautividad. El problema es que no hay nada que hacer. En Peñalara trabajamos desde entonces para favorecer la reproducción con medios artificiales", añade Bosch. Los científicos van a abrir un centro de cría en cautividad de las especies en peligro. Para que no calle Peñalara.

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