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EL ENREDO
Columna
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Manual de autoayuda

NO DISCUTO QUE ASUNTOS de alta política que protagonizan el año precisen pericia, ciencia y sabiduría, pero vas a compararlos con el desafío que tienen por delante, desde hoy y hasta el 31 de agosto, millones de españoles y españolas: hordas de niños pequeños, armados de expresión angelical y pensamiento mágico, se infiltran en las vidas adultas a tiempo completo durante las vacaciones. Su objetivo: mandar, mandar y mandar. Aquellos que tenemos entre treinta y cincuenta años ya obedecimos a nuestros padres. ¿Vamos a obedecer también a nuestros hijos de tres a cinco años? ¡No! Grite bien fuerte: ¡¡No!! (Consejo: antes de partir de vacaciones escríbase en un papel: el niño es un cabrón. En serio. Ahora le parece muy fuerte. Seguro que hacia el 15 de agosto rectifica y escribe: "No es un cabrón, ¡es un hijoputa!".)

Usted es el Gobierno y el niño es ETA. Si antes de sentarse a la mesa le arranca un chupa-chups, ¿qué le ofrecerá después?

Ejemplo práctico. 31 de julio. Primer día de vacaciones. Restaurante playero. Un padre o una madre se encuentran ante el desafío de conseguir que su hija/a se coma:

a) un plato de arroz

b) un filete de lomo

c) un yogur.

Primera lección: sepa que no estamos tratando sobre alimentación, sino sobre poder. Quién decide qué se come cuándo. Eso es todo. Política en estado puro. Recuérdelo. Es el primer día y nos la estamos jugando. Hoy se establecen las reglas. No tenga piedad. O usted o el niño. Arroz, lomo y yogur. Repítaselo. Como un mantra: arroz, lomo y yogur. Ya en la fase previa llegará el tanteo:

-Siéntate a la mesa.

-Un momento.

-No hay momentos.

-Quiero un chupa-chups.

¡Punto clave! Para entendernos con un ejemplo sencillo: usted es el Gobierno y el niño es ETA. Hablemos claro: si antes de sentarse a la mesa le arranca un chupa-chups, ¿qué puede ofrecerle después? Lo cierto es que una vez sentado a la mesa, aunque sea con la promesa de un posible chupa-chups (y con la eventual protesta de su cónyuge: "Para qué le prometes nada, portarse bien es su obligación", etcétera), usted ya va ganando la partida. ¡Naturalmente! La mesa es su terreno, de usted. El niño se defiende mejor dando por saco por todo el restaurante. Sentarle a la mesa es la primera victoria.

La negociación es difícil. Naturalmente. Prepárese para todo tipo de añagazas. La comida tiene colores o el arroz me ha dicho que no me lo coma y se pondrá triste. Se las saben todas. Hágase un programa de mínimos. Un objetivo realista: mitad de arroz, todo el filete, todo el yogur, y el chupa-chups vale por dos días, se entrega mañana. Cosas así. Si tiene que recurrir a la fuerza, que sea algo proporcionado (por favor). Atento a los cambios de reglas. Buscará desconcertarle: el yogur tiene hueso. Y dile que no. Al niño, que el yogur sea invertebrado le trae al fresco. El yogur tiene hueso y ya puedes cantar misa en suajili. Es difícil. Pero no es imposible. Cualquier padre o madre acaba el mes de agosto con un máster en negociación. Cuánto ganaría el planeta si tres o cuatro grandes estadistas hicieran un mes de vacaciones. Sólo por lo que ganaríamos perdiéndoles de vista ese mes, merecería la pena.

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