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Reportaje:TOUR 2006 | Una edición apasionante

El hombre que huyó del infierno

Landis, que hasta los 19 años no vio la televisión, dejó la religión menonita familiar porque sus reglas le parecían "ilógicas" y no le permitían competir en domingo ni dedicarse al ciclismo

Juan Morenilla

Floyd Landis no es un ciclista cualquiera, sino uno que ha ganado el Tour con una cadera destrozada y una pierna 15 milímetros más corta que la otra. Tampoco es una persona cualquiera, sino alguien que hasta los 19 años no había visto la televisión y al que sus padres le decían que iría al infierno si montaba en bici los domingos. Landis fue criado en Lancaster, Pensilvania, bajo los férreos principios de la cultura menonita. Cualquier influencia del mundo exterior era considerada perjudicial. Nada de televisión, radio y ordenador, nada de música. Bailar no estaba permitido. Hasta la perilla que hoy luce estaba prohibida. Convertirse en ciclista profesional, usar la última tecnología y viajar por el mundo era casi un pecado.

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El joven Floyd se atrevió a cuestionar todo el universo de sus padres. "Las reglas me parecían ilógicas. En clase de gimnasia no podíamos llevar pantalones cortos. ¿Realmente puede preocuparle eso a Dios?", se pregunta Landis. Su rebeldía empezó por comprarse una bicicleta de montaña a los 15 años. Primero la usó para ir a pescar, y luego para participar en carreras, algunas de ellas en domingo, un día en que el ejercicio físico estaba prohibido. Landis se saltó la norma y siguió corriendo, aunque tuviera que entrenarse de noche porque antes debía cumplir las tareas de casa. Y comenzó a ganar. Con 17 años venció el Campeonato nacional junior de bicicleta de montaña. "Mis padres me dijeron que iría al infierno si seguía montando en bici. Les quiero, pero tenía que salir de allí. La bici era la forma de hacerlo", recuerda. Con 19 años se mudó a California. El chico que jamás había probado el alcohol o la cafeína, que no sabía nada de moda o música ni había estado en un aeropuerto, entró en otro universo. Descubrió el cine y las canciones de Bruce Springsteen, las mismas que tararea ahora en el Phonak. Sólo sobre una bicicleta se sentía igual que los demás.

La libertad provocó un enfrentamiento con su padre, que transportaba materiales de construcción, y su madre, que no entendieron sus sueños. Los triunfos del hijo rebelde han suavizado el choque. Landis se hizo profesional en 1999 y fichó por el Mercury. Ganó algunas vueltas menores y fue tercero y cuarto, respectivamente, en el Tour del Porvenir de 1999 y 2000. Suficiente para que Lance Armstrong le fichara para el US Postal. Landis se convirtió en uno de los grandes amigos del tejano, al que ayudó a ganar tres Tours. "Me enseñó a creer que todo es posible", afirma Landis. Cuando Armstrong rompió todos los récords con su sexto Tour, Landis decidió volar por su cuenta. Dejó el Postal ante el enfado de Armstrong, que le acusó de traidor, y fichó por el Phonak, donde coincidió con Pereiro. Las relaciones con Armstrong han vuelto a su cauce toda vez que se ha convertido en su sucesor. "Armstrong era una estrella. Yo no cambiaré, estoy orgulloso de ser como soy", dice.

Landis es una caja de sorpresas. Tras romper con su pasado menonita se coronó en París y dentro de un mes pasará por el quirófano. En enero de 2003 sufrió una caída entrenándose cerca de su casa en el sur de California y padece una necrosis en la cabeza de su fémur derecho: la sangre no circula bien y las células se mueren. Es irreversible. Los médicos le implantarán una prótesis en su cadera. "Debía ganar el Tour porque puede que no vuelva", dijo tras su triunfo. "Si no fuera ciclista, me hubiera operado hace dos años. No me gusta vivir con este dolor, es un hueso restregando contra otro", explica. "Cuando camino y voy en bicicleta, el dolor va y viene, es como un dolor de artritis que me baja hasta la rodilla. La mañana es el mejor momento, apenas me duele, pero algunas noches no puedo dormir", añade.

El americano llegó aterrorizado al control médico del Phonak. Entonces su pierna derecha era cinco milímetros más corta que la izquierda y no podía subir las escaleras sin apoyarse en la barandilla. Hoy el desnivel es de 15 milímetros. "Sé que cada día es peor", admite Landis, que debe subir a la bicicleta poniendo siempre primero su pierna derecha. "Para cualquier persona sería difícil hasta andar", aseguran los médicos, que no se explican cómo consigue escalar los Pirineos y los Alpes, una distancia vertical equivalente a tres veces el Everest. El secreto, piensan, está en su resistencia al dolor, aliviado con cortisona. "Necesitaré un bastón. O mejor, una silla de ruedas. Iré hasta la salida en silla de ruedas y me subiré a la bicicleta", bromeaba con los doctores, "y cuando me operen, subastaré la vieja cadera por Internet". Como hizo Armstrong, pretende crear una fundación sobre su enfermedad y en enero organizará un campus de ciclismo para jóvenes.

Landis es un corredor hecho a sí mismo, su propio preparador. Apenas le ayudan un médico chino, Allen Lim, y su entrenador Robbie Ventura, ex compañero del US Postal. Su lesión fue un secreto conocido por pocos. "¿Cómo está tu dedo?", le preguntaba Ventura por teléfono en clave. "Siempre ha dicho que ganaría el Tour, hace años que lo repite", asegura su mujer, Amber. "Volverá, y lo hará más fuerte. Sólo se ha visto el 80% de su potencial", defiende Lim. En el Phonak le ven como "el líder ideal", extrovertido y bromista. Sus padres le visitaron hace meses en California para conocer a su nieta. Era la primera vez que subían a un avión, claro. Pese al éxito, Landis encuentra dos semanas al año para visitar a sus padres y a sus cinco hermanos. Por unos días se olvida de su propia página web, del móvil y del pinganillo para volver a ser un menonita.

A la izquierda, Landis se seca el sudor al final de la etapa del pasado miércoles. Veinticuatro horas después, alza el brazo tras el triunfo de su escapada. 
/ REUTERS
A la izquierda, Landis se seca el sudor al final de la etapa del pasado miércoles. Veinticuatro horas después, alza el brazo tras el triunfo de su escapada. / REUTERSAP

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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