Francia teme otra ola mortal de calor
París crea un gabinete de crisis tras fallecer nueve personas por las altas temperaturas
El primer ministro francés, Dominique de Villepin, y varios miembros de su Gobierno, incluido el titular de Sanidad, Xavier Bertrand, mantuvieron ayer tarde una nueva reunión del gabinete de crisis sobre la ola de calor que afecta a Francia desde hace ya casi una semana. Oficialmente son nueve las víctimas de la canícula, aunque otras fuentes suben la cifra hasta 15, muy lejos de los 15.000 que fallecieron durante el mes de agosto de 2003, un cálculo, el de aquella mortandad, que se estableció en función de la diferencia con los fallecimientos que se producen en el mismo periodo en un verano normal.
Aquella experiencia marcó profundamente a la sociedad francesa. Las críticas contra el Gobierno de Jean Pierre Raffarin por su falta de reflejos, se mezclaron con el sentido de culpabilidad de quienes marcharon de vacaciones dejando solos a los ancianos y enfermos. Desde entonces, el Ejecutivo intenta anticiparse y evitar males mayores. Según explicaba ayer el ministro de Sanidad, la causa principal de los fallecimientos ha sido la hipertemia, aunque algunos sufrían patologías asociadas.
El miércoles pasado, en París se alcanzaron los 38 grados y temperaturas similares convirtieron la costa atlántica francesa en un hervidero. Las tormentas de la noche del miércoles al jueves provocaron un ligero descenso del calor, pero 25 departamentos seguían ayer en situación de alarma, especialmente en la parte oriental del país. Estrasburgo registraba ayer por la tarde 36 grados. Las tormentas, especialmente en Bretaña, fueron de gran virulencia, una de ellas arrastró consigo un auténtico tornado. Las previsiones indican que hacia el domingo se producirá una breve pausa en la canícula, pero que el fenómeno puede durar otras dos semanas. Para hoy se esperan temperaturas de 34 a 36 grados en el noreste y de 36 a 38 en el valle del Ródano.
El problema en lugares como París, donde no son habituales estas temperaturas, es que no están preparadas para afrontarlas. Los sistemas de aire acondicionado escasean; no los hay en los cafés o restaurantes, tampoco en los grandes almacenes y aún menos en el transporte público. Tan sólo lo tienen algunas líneas de autobús nuevas.
Tal vez por ello la idea de llevar la playa a las orillas del Sena haya tenido tanto éxito. Ayer se inauguró la quinta edición de la playa de París con cantos tradicionales y una danza guerrera de las Islas Marquesas. La orilla derecha del Sena volvió a cubrirse con 2.500 toneladas de arena fina formando un espeso manto de más de medio metro y cerca de un kilómetro de largo. La operación, que tiene un presupuesto de 2,2 millones de euros, ha sido ya imitada por otras capitales europeas como Roma, Berlín, Praga o Bruselas. El año pasado, 3,8 millones de parisinos y turistas utilizaron esta playa.
Este año, la novedad, es que, además de la playa de la orilla derecha, que se ha ampliado, la Rive gauche se une también al verano parisiense. Otra zona de ocio, aunque ésta sin arena, pero con sombrillas, agua pulverizada y solariums ha surgido en la zona de la Biblioteca Françóis Mitterrand, y cuenta, además, con una piscina flotante en el Sena, bautizada Josephine Baker, en honor de la bailarina del Folies Bergère de la década de 1920. La piscina tiene 25 metros de largo y cuatro calles para practicar la natación. El agua procede del río aunque ha sido purificada. También en el Stade de Francese ha instalado un complejo de baños con piscinas y arena de playa, en donde incluso se puede practicar la vela.
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