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Los españoles huyen del infierno

Sus caras reflejan cansancio y tensión. Sólo los niños duermen hechos ovillos en los asientos. Las 12 horas de viaje desde Beirut hasta Damasco se suman a cuatro noches sin pegar ojo y a un peligroso trayecto desde sus casas hasta la Embajada de España en la capital libanesa. Pero cuando los cinco autobuses que sacan a dos centenares de españoles del infierno libanés paran en el puesto fronterizo sirio de Dabusieh a las tres de la madrugada, la mayoría se relaja. "¿Aquí no están bombardeando todavía, verdad?", pregunta Trini Martín, como si no diera crédito. Su marido, Paco Moreno, está convencido de que es cuestión de tiempo.

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