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Reportaje:

Desde Belfast con humor

El Gobierno de Londres intenta convertir en carnaval popular las tradicionales marchas protestantes en el Ulster

Decenas de miles de protestantes siguen desfilando este mes por las calles de Irlanda del Norte. Como hacen desde hace más de 300 años, conmemoran así el triunfo del protestante Guillermo de Orange sobre el católico Jaime II en la batalla del Boyne en 1690. Pero este año hay algo especial: por primera vez desde 1970 el despliegue de seguridad en las marchas del 12 de julio en Belfast, el día fuerte por excelencia, no tuvo como protagonista al Ejército británico, sino sólo al Servicio de Policía de Irlanda del Norte y a los organizadores.

Las más de 12.000 marchas, grandes y pequeñas, que se celebran cada año en el Ulster tienen su temporada alta en julio, cuando la mayoría protestante organiza más de 2.000 desfiles convocados por la Orden de Orange. En los años más tensos de los disturbios, las marchas de julio eran el escenario ideal para representar el enfrentamiento entre católicos y protestantes: éstos reclamando su derecho a desfilar por las rutas tradicionales y aquéllos intentando cerrarles el acceso a sus barrios. El 12 de julio, el centro de Belfast quedaba virtualmente vacío, con comercios y restaurantes cerrados, dejando la calle a merced de los activistas de ambos bandos.

El Proceso de Paz ha aportado una buena dosis de calma y sentido común a la temporada de marchas. Aunque el calor y la cerveza siguen siendo la chispa ideal para prender la mecha de los disturbios, hace ya tres años que no se producen incidentes de gravedad durante los desfiles. Eso se debe en gran parte al fin de la violencia en el Ulster, pero también a la creación, en 1997, de una comisión que arbitra cuando hay desacuerdos sobre la ruta de una marcha.

El Gobierno británico ha concedido una subvención de 150.000 euros en tres años a la Orden de Orange para que convierta las marchas en Belfast en una manifestación integradora con la intención de que pierdan su carácter sectario y se transformen en un carnaval popular. Los orangistas han asistido en los últimos dos años al carnaval londinense de Notting Hill y a diversas fiestas del País Vasco para inspirarse, pero la subvención no ha gustado a los más puristas, ni en un bando ni en el otro.

Los católicos lo han considerado una provocación y un despilfarro del dinero de los contribuyentes. "La sola noción de que los desfiles orangistas pueden atraer turistas a Belfast es muy graciosa", opina Alban Maginness, representante del partido nacionalista católico moderado SDLP. "Las marchas ya están ayudando al turismo, pero en Donegal

[una región de la República de Irlanda fronteriza con Irlanda del Norte], porque allí hay mucha gente, y no sólo nacionalistas, a los que les desagrada toda esa atmósfera horrorosa de intimidación y triunfalismo", opina con cierta sorna.

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También hay críticas desde el lado protestante. "¿Cómo no pueden entender que la Orden de Orange sólo es para los protestantes? Por su propia naturaleza excluye a los católicos", dice el sacerdote Brian Kennaway, historiador del orangismo.

Mujeres protestantes desfilan con la Orden de Orange en Belfast.
Mujeres protestantes desfilan con la Orden de Orange en Belfast.AP

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