La salamandra de Benvenuto
A aquellos que quieran conocer el diseño de un partido, antes del partido, les bastará oír a mi amigo Michael Robinson y, tácticamente, pueden dar por visto el partido. Su pizarra, describiéndonos la maraña francesa en centro de campo y ramificaciones previsibles, trivializó en su día y de antemano el voluntarioso planteamiento del equipo español. A punto ya de un inmediato desenlace, me gusta este Mundial. Porque, mal que les pese a los amantes del circo, la inteligencia ha predominado sobre la filigrana y el balón sobre la patada. La irrupción de la inteligencia donde no se la espera puede resultar, para algunos, una enojosa sorpresa. Los hay que prefieren un toma y daca de piruetas y goles a un ten con ten de estilos de juego. La inteligencia en el fútbol o en el boxeo es sinónimo de estilo. Digo inteligencia, no teoría. Digo estilo, no amaneramiento. Me refiero a eso que Santiago Segurola, en su artículo El maestro del juego, da en llamar abecedario del fútbol, y que sustenta la base del discurso balompédico francés en contraposición a la sopa de letras brasileña. O hace que la gramática parda italiana dé al traste con las embestidas alemanas a pesar del soterrado respaldo arbitral al anfitrión. Este mundial ha tergiversado opiniones y desnudado mitos. Conforme se ha puesto serio en juego, ha sido parco en goles. No importa. Se ha llegado a afirmar que el mejor partido tendría que acabar en un empate a cero, por cuanto el gol conlleva siempre un error del contrario (en última instancia, un fallo del portero, ya que técnicamente no existe gol imparable). Si el mejor partido fuera un 0-0, en este Mundial ya llevamos vistos varios mejores partidos. Aunque el aserto no siempre sea verdad y el 0-0 pueda denotar también un empate a desaciertos. Ni siquiera en ajedrez son necesariamente mejores las partidas que acaban en tablas. En cualquier caso, entre dos maestros que lo saben todo y que además gozan de similar preparación y asesoramiento, sólo un error humano puede dirimir la cuestión. Error, fortuna, cansancio o diferencia de temperamento. Al final, después de tanta táctica y aprendizaje, uno gana y otro pierde por una peculiaridad que ya en la infancia los hacía diferentes. Así pasa con los equipos. Hemos presenciado dos duelos ejemplares: el Brasil-Francia y el Italia-Alemania. Magníficos encuentros en los que el temperamento acabó marcando la diferencia y... los goles. Benvenuto Cellini cuenta cómo, estando con su padre junto a la chimenea, apareció una salamandra en el fuego. De repente, el padre atizó una bofetada a Benvenuto. Éste, desconcertado, le preguntó por qué. Y el padre respondió: "Para que te acuerdes de que has visto una salamandra en el fuego". Nosotros, a nuestro turno, deberíamos pellizcarnos las mejillas o abofetearnos ante el espejo para no olvidar nunca que hemos visto, estamos viendo, un gran Mundial.
PATADAS A LA LUNA
Gonzalo Suárez , escritor y cineasta, recupera el seudónimo de Martín Girard con el que firmó como periodista en los años sesenta.
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