_
_
_
_
_
Reportaje:

Las claves del caso irlandés

La entrega de las armas por parte del IRA se convirtió en el principal escollo de las negociaciones

En la semana en que José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado el inicio de un diálogo formal con ETA, las miradas apuntan al ejemplo de Irlanda del Norte. Todas las partes españolas, incluso -en su día- el Gobierno del Partido Popular, han estudiado detenidamente el proceso de paz que comenzó en Irlanda tres meses después del alto el fuego "completo" del IRA en el verano de 1994.

EL PAÍS ha entrevistado a personajes que participaron de manera clave en el proceso irlandés del lado del IRA y del Gobierno británico y ha reconstruido los hechos más relevantes.

Entre los personajes entrevistados figura Gerry Kelly (un ex preso del IRA que hoy es destacado dirigente de Sinn Fein y que participó en su día en conversaciones secretas y públicas con el Gobierno británico), sir Roderic Lyne y sir John Holmes, que fueron los secretarios privados encargados de Irlanda del Norte en el 10 de Downing Street durante los Gobiernos de Major y Blair, respectivamente.

La reunión, a la que Kelly llegó en un taxi negro blindado, empezó con cordialidad
Los explosivos que marcaron el final del alto el fuego pesaban 500 kilos
"Dijeron que al exigir la entrega de armas les estábamos humillando", dice el británico Lyne
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete
Más información
El PSE exigirá que la mesa de partidos no tome acuerdos hasta que ETA se disuelva

Esta serie de dos artículos muestra cómo y por qué tuvieron que pasar casi cuatro años -cuatro años de desconfianza, esperanzas frustradas, airadas recriminaciones y rebrotes de violencia- hasta que el Acuerdo de Viernes Santo fijó por fin, en 1998, las bases de una paz duradera.

Y explica cómo la polémica a propósito de la negativa del IRA a entregar sus armas fue el hilo conductor de aquella etapa crítica del proceso irlandés y la causa de la mayoría de las complicaciones que, durante una etapa, desembocaron en nuevos baños de sangre.

Como ha ocurrido con el alto el fuego anunciado por ETA el pasado 22 de marzo, el alto el fuego del IRA, proclamado el 31 de agosto de 1994, suscitó diversas reacciones, desde el júbilo, pasando por la sospecha y la cautela, hasta la indignación. La comunidad protestante de Irlanda del Norte se inquietó profundamente, temiendo que, en los contactos clandestinos anteriores que habían mantenido funcionarios del Gobierno británico y representantes del IRA, se hubiera llegado a un acuerdo secreto, antidemocrático, que pudiera traicionar a los partidarios de que Irlanda del Norte siguiera siendo británica.

La reacción inicial del por entonces primer ministro conservador John Major al alto el fuego del IRA de agosto 1994 marcó el tono de sus relaciones con el movimiento republicano durante los tres años que aún estuvo en el poder. Reconoció la importancia y el carácter positivo del anuncio -una meta hacia la que se había trabajado a través de los cauces secretos de comunicación entre los líderes del IRA y el servicio de inteligencia MI6-, pero la sangrienta historia del IRA y lo que los británicos consideraban sus engaños hicieron que hubiera también un matiz de prudencia. Como diría Major posteriormente, después de dejar su cargo, "era un tremendo paso adelante, no había ninguna duda". "Pero muchas personas vieron con escepticismo la probabilidad de que aquel alto el fuego completo [terminología del IRA] fuera a durar". Los más escépticos ante el alto el fuego del IRA eran los blancos más inmediatos del IRA, los protestantes de Irlanda del Norte. El recuerdo -entre otras muchas abominaciones- de una bomba del IRA que aún no hacía un año había matado a 10 personas, escogidas al azar, en una pescadería de Belfast estaba todavía fresco.

"En vez de alegrarse por la noticia de que el fin de las matanzas podía estar cerca, los unionistas pensaron que se había llegado a acuerdos secretos entre bastidores", explica Roderic Lyne, que fue unos de los asesores más íntimos de John Major entre marzo de 1993 y enero de 1996. "Su desconfianza aumentó por la decisión del IRA y del Sinn Fein de proclamar el alto el fuego como una victoria".

Ian Paisley, el más grandilocuente de los dirigentes protestantes, reaccionó de forma apocalíptica ante la situación. Declaró que el alto el fuego había desencadenado "la peor crisis en la historia del Ulster desde la creación del Estado". Y bramó contra cualquier diálogo con el IRA. "¿Vamos a estar dispuestos a entablar una relación con los hombres sanguinarios del IRA que han matado a nuestros seres queridos, han destruido nuestro país, han quemado nuestras iglesias y han torturado a nuestra gente...?". Respecto a los británicos, Paisley declaró: "No podemos ponernos de rodillas ante estos traidores...".

La retórica del reverendo Paisley era tan aterradora como grotesca, pero esa mezcla de miedo, odio y desconfianza reflejaba los sentimientos más profundos de la mayoría de los protestantes y una buena parte de la clase política británica, sobre todo el partido Conservador en el Gobierno.

Al reflexionar sobre aquellos días, Gerry Kelly examina con ironía la conducta de sus adversarios políticos y hace notar que la vehemencia con la que muchos respondieron al alto el fuego fue la muestra de un fallo eterno de los seres humanos: la incapacidad de abandonar las convicciones y los prejuicios arraigados. "Les resultaba más cómoda la imagen del IRA como demonios asesinos", dice Kelly, que pasó un decenio en la cárcel tras haber hecho estallar en 1973 la primera bomba del IRA en Londres, un artefacto que mató a una persona e hirió a 230. "Al eliminar esa imagen, al transformar al IRA en personas que buscaban soluciones políticas, toda su visión del mundo, toda su concepción del orden, se vino abajo. Nosotros lo hicimos. Tuvimos la valentía moral de cambiar. Pero ellos no podían soportarlo. Ni siquiera los supuestos moderados. El jefe del Partido Unionista del Ulster [el protestantismo dominante] en 1994, James Molyneaux, lo dejó muy claro cuando declaró que el alto el fuego era "lo más desestabilizador que le había ocurrido a Irlanda del Norte en toda su historia".

No obstante, Major, aunque nunca llegó a convencerse del todo de que el IRA estuviera decidido a abandonar el terrorismo, dio su autorización para que comenzaran las negociaciones -o para lo que denominó "diálogo exploratorio"-. Fue el 21 de octubre de 1994. Para satisfacción de Gerry Adams, presidente de Sinn Fein, y de Martin McGuinness, un antiguo jefe del IRA que también se había pasado al Sinn Fein, el escenario del primer encuentro con altos funcionarios británicos fue el Castillo de Stormont, en Belfast, un bastión simbólico del poder "imperial" británico.

La reunión, a la que Adams, McGuinness y Gerry Kelly llegaron en un taxi negro londinense blindado, empezó con bastante cordialidad cuando McGuiness, en tono jocoso, preguntó al jefe de la delegación británica por Fred, el nombre en clave del agente del MI6 que había hecho de intermediario del Gobierno británico en los cuatro años anteriores. Pero pronto salió a relucir el punto fundamental de desacuerdo entre las dos partes, el que iba a retrasar las negociaciones durante años: la insistencia británica en el desarme, en que el IRA entregase sus armas, como requisito previo para iniciar negociaciones formales.

Al acabar la reunión, ambas delegaciones acordaron calificar aquel histórico primer encuentro de "eficiente" en sus declaraciones a la prensa, pero no sintieron, en el fondo, que hubiera muchos motivos para sentirse optimistas. Ya empezaba a verse que el asunto de las armas iba a ser el típico ejemplo de choque entre una fuerza imparable y un objeto inamovible. Y esta percepción se acentuó con los comentarios hechos en público por Major y su ministro para Irlanda del Norte, el ex oficial del ejército Patrick Mayhew, que exigieron repetidamente al IRA que entregara las armas. Gerry Adams, ante las constantes preguntas de los periodistas a este respecto, daba siempre la misma respuesta: "Es evidente que todo este asunto de la entrega de las armas tiene que entrar dentro de la búsqueda de una solución política, y que no puede haber acuerdo político sin ella. Pero no creo que sirva de nada tratar de correr más de la cuenta".

La primera entrevista entre el Sinn Fein y un ministro británico ofreció, aunque pareciera imposible, todavía menos motivos de esperanza. Se celebró en Washington en mayo de 1995, nueve meses después del alto el fuego. Los dos interlocutores fueron Gerry Adams y Patrick Mayhew. "Todavía estamos bloqueados con el desarme, y es un aspecto muy importante para la gente a la que representamos y el pueblo de Irlanda en general". El hecho de que ni Mayhew ni Adams estuvieran dispuestos a ceder en este punto hizo que la reunión no sirviera de nada a la hora de discutir otros elementos sustanciales. "Salimos con una idea muy clara de que el Gobierno de Londres no tenía deseos de seguir adelante". O, como dijo más tarde Adams, las condiciones de Mayhew eran "una receta para el desastre total y absoluto".

El motivo de que fuera una receta para el desastre se lo explicaron en privado dirigentes de Sinn Fein a varios funcionarios británicos. "Lo que nos dijeron", recuerda Roderic Lyne, que después sirvió como embajador británico en Moscú, "fue que, al exigir la entrega de las armas, estábamos humillándoles, intentando que se rindieran. Y que no estaban dispuestos a sufrir una humillación pública ritual".

En opinión de Gerry Kelly, la insistencia en el asunto de las armas del IRA era prueba de que los británicos se resistían a avanzar verdaderamente en las negociaciones. "Antes del alto el fuego nos habían prometido que todo sería negociable, pero luego empezaron a encontrar excusas para no discutir", dice Kelly, que participó en varias rondas de negociaciones, incluida la primera. Lyne dice que entiende por qué algunos pudieron acusar al Gobierno de Major de ir demasiado despacio, pero que, a su juicio, había realidades políticas que no podían negarse. "Creo que los aspectos en los que nos mantuvimos firmes eran cruciales, la prueba tangible de que el alto el fuego significaba un fin 'permanente' del conflicto, pese al lenguaje ambiguo del IRA (que básicamente decía que se trataba de un alto el fuego provisional, mientras durasen las negociaciones), y no queríamos que emplearan la amenaza del regreso a la violencia antes de entablar un proceso político. Ellos respondieron que no era realista, pero igual de poco realista era pretender que los unionistas del Ulster aceptaran la posición del IRA".

A medida que pasaban los meses, empezaron a oírse voces de mal agüero en el entorno del IRA. Como dijo un importante personaje republicano, "hay un gran perro furioso que está deseando morder". Quería decir que el IRA había proclamado el alto el fuego para que avanzaran las negociaciones políticas, pero que ese avance no se había materializado.

El perro soltó su mordisco el 6 de febrero de 1996. Gerry Adams recordaba posteriormente que esa tarde llamó a los Gobiernos de Dublín y Washington para hacerles saber lo que se avecinaba. "Les dije que el proceso no estaba meramente muriendo, estaba muerto". Pocas horas después, al anochecer, estalló una bomba en el populoso barrio comercial de Canary Wharf, en el este de Londres, a la orilla del Támesis. Inan Ul-haq Bashir y John Jeffries, vendedores en un quiosco de periódicos, murieron en una enorme explosión que causó daños por valor de millones de libras. Los explosivos que marcaron el final del alto el fuego pesaban 500 kilos, y se encontraban en un camión especialmente preparado que había llegado por barco desde Irlanda.

"Major", afirma Kelly, "lo había estropeado todo. Después de todas sus promesas nos había jodido bien. Nos habían transmitido, tanto en público como en privado, que podíamos avanzar en todos los aspectos, y todo para nada. Y, sin embargo, nosotros no habíamos abandonado nuestra estrategia de paz".

Para el Gobierno británico, la bomba no fue más que una traición, la prueba que confirmó las peores sospechas de todo el mundo sobre el IRA. "La gente estaba furiosa. Major se sintió traicionado", recuerda John Holmes, que acababa de asumir el puesto de secretario privado de John Major un mes antes de que se interrumpiera el alto el fuego. "Pero, una vez que las emociones se calmaron, tuvimos que preguntarnos: ¿por qué había ocurrido? ¿Por qué había vuelto el IRA a recurrir a la violencia? Teníamos informaciones que nos llegaban de distintos sitios. El Gobierno irlandés, por ejemplo, seguía en conversaciones con el Sinn Fein, y nos contó que este grupo seguía decidido a emprender la vía política. Informes similares nos llegaban de políticos católicos moderados en Irlanda del Norte, como John Hume. También hubo varias declaraciones públicas del Sinn Fein. Al cabo de un par de semanas, tuvimos nuestra respuesta. El mensaje había fraguado. Todavía insistían en que querían buscar la paz".

Pero John Major no era capaz de proporcionarla. Había agotado su capital político. "Major contaba con una minoría, y su Gobierno no tenía la fuerza política suficiente para hacer concesiones", explica Roderic Lyne. "Major tiene el enorme mérito de haber preparado el terreno para las negociaciones, que es la parte más dura y desagradecida del proceso, y lleva mucho tiempo. Pero sus circunstancias políticas le impidieron dar el gran paso que a él le habría gustado dar". "No era un momento propicio para tomar medidas audaces en Irlanda del Norte", coincide Holmes, hoy embajador británico en París.

"Estaban próximas las elecciones generales en el Reino Unido y, especialmente después de Canary Wharf, le habría sido muy difícil a Major conseguir que su Gabinete aprobara ese tipo de medidas. Pero él estaba deseándolo.

Aunque Irlanda del Norte no ofrecía grandes réditos políticos, porque era un tema de escaso interés para los votantes británicos, se trataba de un problema serio, y él quería intentar resolverlo. Sin embargo, la política interna del partido le inhibió. Y además, Adams, tras la reanudación de la campaña de bombas del IRA, sencillamente no le daba lo suficiente".. EL PAÍS reconstruye en dos entregas (la siguiente se publicará mañana) el accidentado proceso de paz, que culminó, ya con el laborista Tony Blair al frente del Gobierno, con la entrega de las armas por parte del IRA.

La delegación del Sinn Fein abandona el castillo de Stormont tras la primera reunión con la Administración británica, el 9 de diciembre de 1994.
La delegación del Sinn Fein abandona el castillo de Stormont tras la primera reunión con la Administración británica, el 9 de diciembre de 1994.REUTERS
Atentado con bomba del IRA el 19 de febrero de 1996, el tercero en nueve días. Se rompen las conversaciones de paz.
Atentado con bomba del IRA el 19 de febrero de 1996, el tercero en nueve días. Se rompen las conversaciones de paz.REUTERS

LOS PRIMEROS PASOS

- El 31 de agosto de 1994 el IRA anuncia el alto el fuego.

- John Major da permiso para que se inicien conversaciones el 21 de octubre de ese año.

- Ex miembros del IRA y representantes de la Administración británica se reúnen por primera vez el 9 de diciembre en el castillo de Stormont, Belfast.

- En los primeros contactos el escollo es siempre el mismo: el IRA se niega a entregar las armas. El Gobierno se resiste a avanzar sin ese paso previo.

- Los encuentros se suceden. Todos acaban en fracaso.

- El 6 de febrero de 1996 el IRA pone una bomba en Londres. Mueren dos personas. El proceso de paz queda paralizado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_