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Tribuna:Alemania 2006
Tribuna
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Una Tierra plana y un balón redondo

Joschka Fischer

La Copa de este año, a diferencia de la anterior, no ha sido testigo de ningún resultado inesperado en la primera ronda. Sorprendentemente, Suiza y Australia llegaron a la fase de eliminación y los asiáticos y africanos decepcionaron un poco, ya que sólo Ghana avanzó. Hasta el momento, sólo se han disputado dos partidos feos, plagados de faltas, ataques sucios y agresiones innecesarias: Italia-Estados Unidos y Portugal-Holanda. Estamos viviendo una maravillosa Copa, tanto por su deportividad como por el ambiente en general. En cuanto a Alemania y los alemanes, a uno le cuesta reconocer a su país y su pueblo. Incluso la Madre Naturaleza ha cooperado. Tras un largo invierno y una primavera inexistente, el verano comenzó pronto con el saque inaugural y, de la noche a la mañana, Alemania ha hecho gala de su faceta más encantadora. El clima es mediterráneo y, de repente, la gente también.

Toda Alemania está celebrando una fiesta sin fin con invitados de todo el mundo (lo cual no se esperaba). Y el equipo alemán ha dado una maravillosa exhibición de fútbol ofensivo, reconfortante y moderno (¡nadie podía esperarlo!). Y, lo que es más importante, en conjunto está aflorando una Alemania joven, serena y despreocupada; cosmopolita, amistosa y jovial. Los años de malas noticias parecen haber pasado sin dejar rastro. Los médicos están en huelga, los impuestos van en aumento, los partidos del Gobierno se vapulean unos a otros y la canciller Ángela Merkel proclamó en un destacado discurso que el país se encuentra en un estado desastroso. Pero los alemanes, impertérritos, se limitan a continuar celebrando una gran fiesta con sus nuevos amigos.

La bandera negra, roja y amarilla adorna toda Alemania como nunca lo había hecho, pero casi en ningún lugar se observan corrientes nacionalistas. De hecho, junto a la alemana ondean las banderas de muchas naciones. En Berlín, como en otras grandes ciudades, los taxis lucen la enseña del país de origen del conductor, desde Angola hasta Arabia Saudí. Los aficionados no sólo portan la de su nación, sino que también lucen atuendos fantásticos que evocan los colores de su país de origen. Las banderas ondean con la esperanza de la victoria, pero también sirven para enjugar las lágrimas de la derrota. En resumen, Alemania nos recuerda a un shakespearano sueño de una noche de verano con un toque de Woodstock además.

¿Y qué tal es el fútbol? Esta Copa demuestra que el deporte ha vivido tres transformaciones principales. Para empezar, Europa y Suramérica son más dominantes que hace cuatro años y siguen siendo las grandes potencias indiscutibles. Por tanto, debemos esperar que la de Suráfrica, en 2010, ofrezca finalmente una mayor paridad global. Segundo, el fútbol internacional está siendo testigo del advenimiento de una nueva generación. España, Argentina o Alemania han presentado equipos muy jóvenes que han hecho gala de un juego impresionante. En Francia, Inglaterra y Portugal también han brillado los jóvenes a pesar de la presencia de Zidane, Beckham y Figo. Incluso la cuadrilla brasileña parece más agresiva y con más posibilidades de marcar con jóvenes como Robinho y Juninho que con sus campeones de 2002.

Este cambio generacional se ve acelerado por una tercera transformación. En el más alto nivel, el fútbol se ha vuelto más rápido y atlético y los grandes equipos pueden ganar terreno con más eficacia. Un equipo que sea incapaz de ir a toda máquina durante los 90 minutos (o más), de pasar rápidamente de la defensa al ataque con todos sus jugadores y de mantener el control de la pelota para limitar los movimientos de sus adversarios no tendrá posibilidades. En esto el fútbol es equiparable a los mercados globalizados, que hacen necesaria una reestructuración similar de las economías nacionales. Sin embargo, a diferencia de la globalización económica, está por ver si este nuevo estilo de fútbol veloz prevalecerá (la sangre joven española perdió ante los viejos chicos de Francia). De ser así, no cabe duda de que el deporte y sus seguidores saldrán beneficiados por ello. Por ahora, tenemos una Copa colmada de un fútbol que está siendo moldeado por una nueva generación de jóvenes tanto dentro como fuera del campo, un fútbol desenfadado, apasionante y hermoso de ver.

Esperemos que cuando suene el último silbato en la final del 9 de julio, en Berlín, los alemanes conservemos tanta dosis de este espíritu positivo como sea posible. Alemania necesita urgentemente esa clase de optimismo, ya que, por suerte, hay principios universales que seguirán siendo válidos en el futuro: el invierno regresará, el balón es redondo y el próximo partido es siempre el más difícil.

Joschka Fischer fue líder del Partido Verde y ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania desde 1998 hasta 2005. Traducción de News Clips.

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