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Reportaje:Alemania 2006 | Alemania-Argentina

El hombre del tiempo

Pékerman, seleccionador argentino, sabe esperar el momento oportuno en la cancha y fuera de ella

Con la espalda apoyada en el borde del banquillo del estadio de Leipzig y los brazos cruzados, el hombre miraba el partido con la misma calma que transmite al hablar, como si sobre el césped no hubiera nada importante en juego. En las gradas, la hinchada (y la prensa) argentina pedía, exigía, suplicaba cambios urgentes. México era mejor, controlaba el juego y, si bien no amenazaba en exceso la portería de Abbondanzieri y el resultado era 1-1, la sombra de la eliminación aceleraba el pulso de los corazones y las agujas de los relojes.

Pero el hombre de chaqueta y corbata tiene sus tiempos y los respeta sin alterarse. Aquello que desde las alturas del estadio podría parecer un gesto de indecisión o un ataque de parálisis no es más que una norma existencial. Para José Pekerman, el tiempo representa un hilo de seda por el que la vida discurre suave, una dama de compañía a la que conviene no alterar ni distraer con histerias improductivas, ni mucho menos contradecir con actitudes fuera de hora. Lo demuestra a cada paso.

Ha administrado sin ansiedad su carrera, la elección de jugadores y las órdenes en el campo
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Quizás fue cuando una lesión de rodilla detuvo el reloj de su carrera como futbolista cuando el actual seleccionador argentino se hizo amigo definitivo del tiempo. Tenía claro que quería ser entrenador, pero no se apuró. En lugar de correr en la búsqueda de un banquillo se puso al volante de un taxi con el que recorría las calles de Buenos Aires: "Me di cuenta de que las horas de trabajo me daban una buena oportunidad de pensar, de imaginar y diseñar un proyecto para trabajar con los chicos de las divisiones menores. Sabía que en algún momento podría ponerlo en práctica" comentó meses atrás. Por primera vez, su postura paciente le daría resultado dos años después, cuando le ofrecieron la posibilidad de desarrollar su idea en las categorías menores de Argentinos Juniors.

Con mucha más trascendencia mediática, la escena se repitió casi dos décadas más tarde, en 1998. Por entonces, el hombre de la vida y el verbo pausados ya había logrado dos campeonatos mundiales Sub-20 como entrenador y Julio Grondona, presidente de la federación argentina, le ofreció hacerse cargo de la absoluta tras la marcha de Daniel Passarella. Siempre atento al tic, tac de su reloj interno, contestó: "No es mi tiempo", recomendó a Marcelo Bielsa y se ubicó en segundo plano, como manager general de selecciones.

La espera volvió a tener premio: la ocasión se le presentó otra vez en 2004, cuando sorpresivamente Bielsa renunció a su cargo. Desde entonces, José Pekerman marca y establece sus tiempos con la fiabilidad de un cronógrafo suizo. Lejos de todo tipo de ansiedades, demoró hasta el último minuto del último día para designar a los 23 jugadores que acudirían a Alemania. Ya en el Mundial, y ajeno a la presión de la prensa (argentina e internacional), ha dosificado a su joya, Messi, como el alquimista que mide cada gota de su poción mágica. El sábado pasado, apoyado sobre el banquillo de Leipzig y en tanto su equipo sufría el buen juego mexicano, exprimió los segundos hasta el cuarto de hora final para mover sus piezas: Aimar, Tévez y Messi, otra vez con idéntico y exitoso resultado.

La prensa argentina sostiene que "jugó con fuego". Es posible, pero en este mundo de histerias desbordadas, Jürgen Klinsmann, el joven y eléctrico entrenador de Alemania, deberá andarse con cuidado. Hoy en Berlín, recostado sobre el banquillo de al lado habrá un hombre de chaqueta y corbata que conoce los secretos del fútbol, pero sobre todo, que sabe manejar el tiempo. Y eso es, sin duda, muchísimo más peligroso.

José Pékerman durante un entrenamiento de la selección argentina.
José Pékerman durante un entrenamiento de la selección argentina.ASSOCIATED PRESS

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