Los penaltis hacen llorar a Suiza

Ucrania se clasificó por primera vez para los cuartos de final de un Mundial. Muy solemne. Un momento importante. Pero antes, con la ayuda de Suiza, dejaron algunos de los minutos más insondablemente aburridos. La historia, a veces, no es divertida. "¿Qué será, será?", se preguntaba melodiosamente la megafonía del estadio. Fueron penaltis. Y los ganó Ucrania. Shevchenko, por cierto, falló el suyo. El primero. Pero Suiza falló más. Los falló todos. No metió ni uno. Ni Streller. Ni Barnetta. Ni Cabanas. Shovkovsky, el portero ucranio, fue elegido el mejor.

El central suizo Djourou, del Arsenal, fue sustituido en el minuto 33. No le pasaba nada. De salud, se entiende. En el césped le había ocurrido de todo. Y malo. Shevchenko y Kalinichenko se peleaban por ver quien tenía el privilegio de entrar por su lado. Era un chollo. Convertido en un nervio al descubierto, el defensa diestro desestabilizó a su equipo. Los suizos, empezando por Vogel, preocupados por el coladero en la retaguardia, retrocedieron en bloque. Djourou se marchó al banquillo porque Kuhn no vio otra manera de evitar la hemorragia. El muchacho, de 19 años, lloró. Senderos, lesionado en una práctica, acompañaba al grupo como un hincha.

Ucrania tardó un poco en creérselo. Algo así como un cuarto de hora. Su planteamiento era dejar hacer a los suizos, conformes con ese reparto de papeles. La posición de partida de debilidad de los ucranios se notó hasta en la grada. Mientras los aficionados suizos se contaban por miles, los que llevaban camisetas amarillas habrían cabido en un par de apartamentos playeros en agosto.

Animado Kalinichenko por los agujeros que no acertaban a tapar Djorou y Degen, arrastró a los suyos. Principalmente, a Shevchenko. El ya delantero del Chelsea es intenso. Abronca a cualquiera que se cruce en su camino. Pero no pierde la pelota de vista. Estrelló un cabezazo en el larguero a los 20 minutos. Después tendría más oportunidades. Algunas, tras conducir el balón desde su propio campo o en lanzamientos más o menos lejanos. En el segundo tiempo, Shevchenko decidió que jugar en punta era limitarse demasiado y empezó a moverse por donde le dio la gana. O sea, por casi todo el campo menos su área. No es que hubiese dudas, pero, por si acaso, quedó claro que Shevchenko es bueno, pero no Maradona. No se basta por sí solo. Y ayuda no le sobra, precisamente.

La última media hora colocó a las dos selecciones en el punto inicial. Suiza elaboraba más el juego y tenía más la pelota. Ucrania buscaba la sorpresa y la velocidad. Pero ni uno ni otro sacaban gran provecho de sus respectivas armas. En definitiva, que la única utilidad de los porteros era dar variedad cromática, como diría Benito Floro. En el caso de Zuberbuehler, mejor que así sea. Sus salidas por alto dan miedo. A sus defensas, claro. Al final, sobre todo Ucrania, dieron por buena la solución de los penaltis. Sería porque Shovkovsky vale para mucho más que para dar color.