Nadal, en el jardín de Federer
El desafío del jugador español sobre la hierba londinense pasa por bajar el centro de gravedad
Pluvioso y grisáceo, el oeste de Londres abraza desde hoy a las mejores raquetas del planeta. El verde y morado, los colores simbólicos del torneo, engalanan el All England Lawn Tennis and Croquet Club. Southfields, la estación de metro situada a escasos diez minutos a pie del recinto deportivo, ya está acomodada para el constante trasiego en el que devendrá hasta el próximo 9 de julio. Vuelve, justo seis semanas antes del primer lunes de agosto, la hierba de Wimbledon, el tercer Grand Slam de la temporada. Vuelve Federer, el campeón inexpugnable en esta superficie, el hombre que ha igualado el récord absoluto de victorias consecutivas sobre la moqueta verde que estableció el sueco Bjorn Borg (41). Vuelve, una vez recuperado de sus molestias en el hombro, Nadal, que lanza otro nuevo órdago al reinado del suizo. No parece probable que lo consiga. Las características del césped británico se rebelan a su juego.
El bicampeón de Roland Garros podría medirse en la tercera ronda con Agassi
Atrás queda la temporada de tierra batida, donde los botes eran pesados, altos, manejables, donde la musculatura y fortaleza mental de Nadal eran invencibles. Ahora, sobre hierba, el bote se torna vivaz, rápido, bajo. Y, cuanto más fuerte se pega a la pelota, menos bota. Lo contrario que sobre la arcilla rojiza. Así, antes que los desplazamientos laterales, en la moqueta prima saber moverse en impulsivos sprints hacia adelante y detrás. No da tiempo, en proporción con los vigorosos botes, a cargar el brazo para conectar los golpeos, a llevar la raqueta desde detrás de la espalda a encima de los hombros. Algo que incomoda a Nadal, que está acostumbrado a pegarle a la pelota cuando alcanza su cénit de altura. Deberá acostumbrarse, entonces, a bajar el eje de gravedad. No en vano, sobre hierba, el tenista juega más flexionado de lo normal. Casi agachado. No es raro que ejecuten sus raquetazos por debajo de la cadera y arriesgando con los botepronto.
También quedarán en el olvido los intercambios de golpes al fondo de la pista. En Wimbledon, los grandes sacadores, los cañoneros, sacan brillo a la esfera amarilla. Y, de no ganar el punto de primeras, tras un golpe cortado, se abalanzan sobre la red para finiquitar los puntos. El passing-shot es el arma de Nadal para contrarrestar las embestidas del juego saque-volea. Pero tampoco es fácil abrir ángulos ante el bote agitado y hermético al que obliga el cortado. Depende, sobre todo, de cómo rompa la muñeca. Entre otras cosas, porque al manacorí, aunque ha mejorado sustancialmente en las últimas fechas, le falta consistencia, regularidad y fiabilidad en su saque. Pasar rondas, sin embargo, disminuye las fogosas características de la hierba. Con el paso de los días, la moqueta se desgasta y, por consiguiente, provoca un bote más alto. Una mínima ventaja para Nadal, que parece favorito para alcanzar la tercera ronda -se enfrenta contra el británico Alex Bogdanovic en primera y contra el ganador de Lu y Kendrick en segunda-, cuando se medirá, posiblemente, contra Andre Agassi, quien anunció el sábado que se retirará en casa tras el último grand slam del curso, el Open de Estados Unidos. La otra condición favorable de Nadal, serán las zapatillas especiales, que ya usara el ejercicio pasado. Con decenas de taquitos pequeñitos y redondos sobre los que el pie pivota, frena, arranca en violentos sprints, las zapatillas benefician su falta de adaptabilidad a la superficie: rompió su preparación en Queen's hace una semana al sobrecargarse el hombro izquierdo contra el australiano Lleyton Hewitt.
Wimbledon es territorio de Federer, quien ha vencido en las tres últimas ediciones. Su feroz y colocado saque, su volea incontestable y su falicidad para romper la muñeca le convierten en el gran y casi exclusivo favorito. Así, de repetir triunfo, el suizo alcanzaría a su admirado estadounidense Pete Sampras, que ganó consecutivamente desde 1997 a 2000. Si Nadal conquista Londres, se convertiría en el tercer español en conseguirlo -Manolo Santana lo hizo en 1966 y Conchita Martínez, en 1994- e imitararía a Rod Laver y Bjorn Borg, que lograron alzar la ensaladera de Wimbledon tras conquistar Roland Garros. Pero Wimbledon, en ocasiones, es generoso. Como lo fue con Goran Ivanisevic en 2001 o con Agassi en 1992. Así, la terna compuesta por los norteamericanos Roddick y Blake, y el croata Ljubicic, también aspiran al cetro de All England Club. Hoy se estrenan Federer -contra el francés Gasquet-, el croata Ancic, el argentino Nalbandian, el australiano Philippoussis...Wimbledon ha vuelto.
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