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Entrevista:JAUME TERRADES | Catedrático emérito de Ecología

"El crecimiento del cemento en Cataluña es muy inquietante"

Jaume Terrades acaba de publicar un libro cuyo título es todo un manifiesto: Biografía del mundo. Del origen de la vida al colapso ecológico (Destino en castellano y Columna en catalán). A lo largo de sus páginas se asiste a la maravillosa historia de la evolución de la complejidad, un relato que tiene muchas posibilidades de acabar mal para la especie humana. Catedrático emérito de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en ecosistemas terrestres, Jaume Terrades alerta de la desestabilización global del medio ambiente y de la arrogante incapacidad humana para asumir sus consecuencias.

Pregunta. ¿Que tipo de cambios afectan al planeta?

Respuesta. Hemos de afrontar el llamado cambio global, que incluye el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la transformación del territorio a gran escala. Pero no es sólo una cuestión de ecología. En la economía actual, el dinero cada vez circula más por motivos especulativos y menos como contrapartida del intercambio de bienes y servicios. Esto hace que el sistema socioeconómico sea cada vez más impredecible. Y el aumento de la impredictibilidad es una de las principales amenazas para nuestra especie.

P. ¿Hay que aprender a esperar lo inesperado?

R. Sí. Estamos en un sistema muy complejo, y los sistemas complejos generan sorpresas. Debemos acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre. El cambio climático, por ejemplo, nos puede suponer un esfuerzo de readaptación muy grande y complicado.

P. En su libro asegura que el crecimiento continuo lleva al desastre.

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R. Hay un problema de fondo, y es que la economía está basada en el crecimiento. Pero deberíamos empezar a crecer en calidad y no en cantidad. Es muy evidente que el crecimiento continuo es imposible.

P. ¿Cómo explicaría esto a los alcaldes de algunos municipios costeros?

R. Hace tiempo que los municipios favorecen la implantación de actividades para conseguir más recursos. Entonces se generan más necesidades y se entra en una rueda sin fin. Es un sistema que se autoalimenta y que casi siempre lleva a la degradación de lo que inicialmente era atractivo. Muchos pueblos se convierten en parques temáticos y acaban perdiendo toda su gracia.

P. ¿En Cataluña se ha urbanizado demasiado?

R. En el primer cinturón de Barcelona se ha construido tanto en los últimos 25 años como en toda la historia precedente. Lo más sorprendente es que la población no ha cambiado o sea que la urbanización no responde a un crecimiento demográfico. Es puramente un crecimiento del cemento. Esto es muy inquietante. Y cuando se comprueba que la construcción y el turismo son la base de nuestra economía, el susto es aún mayor.

P. ¿El problema en Cataluña es el modelo de urbanización?

R. Estamos abandonando el modelo de ciudad mediterránea compacta, diversa y compleja por un modelo de urbanización dispersa. Gracias al coche los promotores actúan en cualquier lugar y esto es desastroso para el medio ambiente porque se fragmenta el territorio. El paisaje se está convirtiendo en un mosaico desordenado de piezas urbanas que rompen la continuidad de los espacios naturales, y que genera mucho consumo energético en desplazamientos.

P. ¿Es necesario conservar el paisaje rural?

R. El entramado de espacios agrícolas y forestales es muy importante. Hemos hecho estudios que indican que hay más diversidad de aves en el espacio intermedio que une el Montseny y Sant Llorenç del Munt que en los dos macizos. Si perdemos la matriz rural se pierde mucha riqueza.

P. ¿Cómo analiza el modelo de conservación del medio ambiente seguido en Cataluña?

R. Las estrategias de conservación no deberían preservar únicamente unos espacios emblemáticos, sino también una matriz permeable que permita que las especies se desplacen, sobre todo si esperamos un cambio climático. Pero aquí nos hemos dedicado solamente a proteger -sobre el papel- los elementos más destacados. No se ha sabido construir una red suficiente de territorio que los relacione.

P. Usted asegura que la aceleración constante del cambio pone en duda la capacidad de adaptación humana. ¿La velocidad es el problema?

R. Ramon Margalef decía que nuestro problema es que viajamos en un coche que cada vez va más deprisa, y el tiempo de reacción para evitar un choque es cada vez menor. Ahora vamos en un avión supersónico y, sin embargo, nuestros hábitos mentales y nuestras instituciones son las de hace unas décadas, cuando todavía íbamos en seiscientos. Esto no puede ser, tenemos que reorganizarnos a muchos niveles, y con urgencia.

El síndrome de Faetón

En su Biografía del mundo, Jaume Terrades se pregunta si la especie humana padece el síndrome de Faetón, hijo del Sol que pidió a su padre el carro de caballos alados para realizar el camino diario del gran astro. Preso de arrogancia, desatendió los intentos de disuadirle de tan peligrosa empresa. Fue incapaz de gobernar el carro y acabó quemando cultivos y ciudades hasta que Zeus lo mató con un rayo. Terradas no responde la pregunta. Pero da muchas pistas cuando afirma que la parábola cuestiona "el optimismo narcisista, bastante necio, de nuestra sociedad, que utiliza mucha energía barata sin medir sus fuerzas para esta empresa". El autor cree, pese a todo, en el surgimiento de una nueva ética que ponga límites a las dos grandes causas de la degradación ambiental: "La avaricia de unos y el hambre de los otros".

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