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Reportaje:

Tarde de mujeres en el albero

Cinco novilleras torean juntas en un pueblo de la Sierra de Aracena

Se esperaban seis pero fueron cinco las novilleras que el sábado a las 19.00 torearon sin picadores en la centenaria plaza de Linares de la Sierra (Huelva), un pueblo de 360 vecinos enclavado en el corazón de la Sierra de Aracena. A la sombra de la iglesia y de los alcornoques, un cartel sólo femenino, formado por Eva Florencia, de 28 años; Beatriz Tablada, de 23; María Morillas, de 20; Sandra Moscoso, de 20 y Verónica Rodríguez, de 16, se enfrentó a seis novillos de la ganadería La Prusiana en una plaza del pueblo que desde siempre se ha habilitado como coso para estos festejos, en honor a San Juan.

Cada una de estas chicas arrastra tras de sí, a pesar de su juventud, años de sacrificio e ilusión, en ocasiones parecidos a un guión de cine. Es el caso de Eva Florencia, nombre de cartel de Eva Bianchini, una italiana que resume su vida de manera seca y contundente: "Empecé a leer a Ernest Hemingway en Italia y a interesarme por la cultura española. Me fugué de mi casa a los 17. A los 18 fui a Sevilla, a la Escuela de Tauromaquia. Debuté en el toreo con picadores hace cuatro años. Y aquí sigo. Y ya me han hecho muchas entrevistas en estos años", afirmaba de manera seca.

María Morillas: "El animal no entiende de sexos, sólo ve una persona delante"

Antes de la corrida, las cinco, vestidas de corto, se saludaban y deseaban suerte. "No hay nada distinto entre hombres y mujeres toreros. El animal no entiende de sexos, sólo ve una persona delante", explicaba antes del paseíllo la jiennense María Morillas. "Los carteles femeninos van siendo más habituales y los mixtos también", señalaba Antonio Lozano, director artístico de la Escuela de Tauromaquia de Jerez de la Frontera (Cádiz) y apoderado de Sandra Moscoso. "El toreo de mujer y hombre es igual, pero falta la figura femenina que llegue a ofrecer lo mismo que un hombre, cuando eso ocurra el público responderá de la misma manera ante ambos. Cristina Sánchez es quien más se ha acercado", continuaba.

Para el alcalde del municipio, y organizador de las fiestas, Jaime Fernández, el hecho de escoger a un grupo de mujeres se debía a dos motivos: "Primero, hacer algo innovador para atraer la atención; y después para hacer ver a los vecinos que las mujeres también existen en el mundo del toro y los pueden hacer perfectamente". Un alcalde que reconoce que, en pueblos como el suyo, de pequeño tamaño y encajonado en el interior por las montañas de la sierra, las conductas machistas de algunos vecinos están más presentes.

Fueron dos horas largas de corrida, en la que las secuelas de la fiesta de la noche anterior se dejaban notar en el graderío. Unas 400 personas, desde niños a mayores lo abarrotaban. Muchos de ellos eran forasteros atraídos por las verbenas del hermoso pueblo de Linares de la Sierra. "Vengo de Málaga. No he dormido en toda la noche y me lo estoy pasando genial", decía contenta la joven Laura Moreno. Pero la alegría que destilaba se vio truncada con el primer par de banderillas. "Yo pensaba que no los mataban, que era otra cosa", decía contrariada mientras salía de allí. Fue la única. El resto del público vibró con cada una de las suertes, hasta el descabello. La pequeña pala escavadora naranja, que hacía las veces de mulos de arrastre, apareció seis veces para cargar con los cadáveres de los animales.

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Como en toda tarde de toros, hubo momentos de gran tensión. Como cuando a la benjamín del grupo, Verónica Rodríguez, le saltó la espada que acababa de clavar al quinto novillo y le cortó cerca del ojo izquierdo. La sangre que le caía por la cara impidió a esta joven murciana, que saltó a su primera becerrada con sólo nueve años, acabar con la vida del animal, que fue apuntillado.

La jornada terminó con el triunfo de la jerezana Sandra Moscoso. Su premio fue torear el sexto novillo, una bestia negra que al primer muletazo destrozó la espada de la novillera. Para matarlo, Moscoso sufrió tres envestidas del animal y otras tantas volteretas en el aire. Al final logró las dos orejas y el rabo. Salió a hombros. Y el toro, en la escavadora.

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