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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Demasiado individualistas"

Pékerman se queja de la falta de solidaridad de sus jugadores en el pase

Diego Torres

En Leipzig fue donde Napoleón dejó en manos de un cabo la retirada de su ejército. La escena se recreó ayer en el Zentralstadion. En el papel del emperador, el seleccionador argentino, José Pékerman. En el del cabo, Heinze, encargado del marcaje de Márquez a balón parado. No se sabe si el cabo de Napoleón fue el único recurso que le quedó al Gran Ejército para asegurar su retaguardia. Tampoco si Argentina tenía mejores centrales que Heinze para hacer el trabajo que Pékerman quería. Lo cierto es que Heinze se quedó mirando el balón en un saque de falta. Fue un instante. Una rendija del tiempo por la que Borgetti peinó hacia atrás y se filtró Márquez.

El mexicano acudió al segundo palo y puso el pie para dirigir el balón muy lejos de Abbondanzieri. Atrás llegó Heinze con un segundo de retraso. Humillado. Se arrodilló y escondió la cara en la hierba. Ningún compañero le dirigió la mirada. Lo dejaron en su vergüenza. Si un gol equivaliese a una derrota completa, la historia del fútbol sería distinta. Si México hubiera tenido cañones, Argentina se habría quedado fuera. No los tuvo y le permitió reparar sus errores. Como dijo Pékerman: "Fuimos corrigiendo algunos problemitas, sobre todo en la pelota detenida con los centros hacia Borgetti y Fonseca".

Hasta ayer, a Leipzig no se la conocía por proezas futbolísticas. El lugar ha sido escenario de grandes batallas y se recuerda por la ofensiva de la noche del 17 de octubre de 1813. Al caer la tarde, dos columnas se unieron al ataque de un ejército internacional para aniquilar a Napoleón. Las fuerzas francesas, sorprendidas, emprendieron una retirada precipitada por el único puente sobre el río Elster. El desastre era inminente, pero el golpe de gracia no lo dieron los austriacos, ni los prusianos, ni los rusos, ni los suecos. Los franceses fueron destrozados por uno de sus cabos. Encargado de destruir el puente tras el paso de sus compañeros, fue presa del pánico y precipitó la voladura. Más de 30.000 camaradas quedaron a expensas del enemigo y el destino de Europa cambió.

Heinze no se dejó engañar por el rumor del avance del enemigo, sino por la trayectoria del balón. Fue a por él olvidándose de su objetivo, sin contar con la intervención de Borgetti, que lo peinó para atrás. El error dejó a su selección expuesta a la calamidad. Argentina debió disputar el partido según los planes de México, ajustándose a la táctica del rival. Como dijo Pekerman: "Le dimos la pelota a México. Nos apresuramos. No buscamos la mejor opción de pase y fuimos demasiado individualistas. Esto lo tenemos que corregir porque debimos marcar antes".

A Pékerman se lo vio desesperado en la banda: "¡Toquen!, ¡toquen!, ¡toquen!" "¡Tranquilos!, ¡tranquilos!". Sus gestos cayeron en saco roto. México no hizo más que su adversario, pero se defendió con prolijidad. Cuando el juez de línea anuló por fuera de juego (inexistente) un gol a Messi, respiró media hora más. "Todos los partidos que hemos jugado con México han sido así", dijo Pékerman, agotado en la sala de prensa; "los antecedentes marcaron la pauta. Hoy no ha sido una excepción. Cuando dos rivales se conocen tanto, se autoanulan. En estos casos, aprovechar las ocasiones de gol pasa a ser un tema fundamental. Argentina lo hizo mejor que México".

Saviola no culmina ante Oswaldo Sánchez.
Saviola no culmina ante Oswaldo Sánchez.AP

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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