Un viaje iniciático

Con 16 años y convencido de su vocación religiosa, el actor y protagonista de la serie Aída hizo, junto a un amigo fraile, un recorrido de dos meses por conventos italianos.

Qué sorpresa. Así que quería ser fraile.

Estaba convencido de que ése era mi futuro. Aquél fue una especie de viaje iniciático en dos sentidos: hacia el exterior, porque era la primera vez que salía de casa, y hacia el interior de mí mismo. Me marcó para siempre.

¿Qué lugares recuerda?

Sobre todo, conventos de la Orden de los Siervos de María, que es de origen italiano: el de Florencia, donde estaba la casa fundadora; el de Venecia, o el de Pisa. Recuerdo que llegamos en tren y me emocioné al oír esa lengua tan cantarina.

¿Morriña?

Yo me sentía muy mayor, pero escribía mucho a mis padres. Conservo cartas en las que contaba pormenorizadamente lo que hacía. Se nota que sentía penilla. Ahora, que tengo un hijo de 17 años, he podido valorar la generosidad de mi padre, que no quería para nada que yo fuera fraile. A mí me costaría darle la autorización para hacer algo que no me gustara.

¿Sigue en contacto con su amigo?

Sí, ahora está de misionero en Mozambique.

¿Y qué fue de su vocación?

Lo que suele pasar en estos casos. Que te enamoras y el amor por tu mujer es incompatible con esta vía. Y entre los dos, me quedé con Elena.