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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La estrategia de la araña

Con el comisariado de Annette Vogel, se presenta esta exposición antológica de dibujos de Gustav Klimt, sin duda la figura capital de la Viena artística de fines del XIX, pero además centrada sobre el tema de la representación femenina, en el cual el sofisticado maestro austriaco realizó trascendentales contribuciones, sobre todo, en el terreno del erotismo, que en absoluto hay que circunscribir sólo a, digamos, su aspecto "literario". Gran parte de la indagación del arte contemporáneo giró, desde sus orígenes, no sólo sobre el "anticanónico" cuerpo femenino, sino sobre su abordamiento visual anticonvencional. En este sentido, al margen de las razones sociológicas y psicológicas que se esgrimieron y se esgrimen para interpretar esta obsesión, la progresiva mayor pujanza del desnudo femenino tuvo también que ver con la añeja pugna entre la forma de valorar lo curvilíneo y lo rectilíneo, así como entre una concepción más ideal-mental-conceptual del arte y otra más material-sensual-efectista. Los nombres de Boucher, Fuseli, Goya, Ingres, Courbet, Manet y Degas jalonan los primeros pasos de estas búsquedas de nuestra época por revelar nuevas dimensiones del desnudo femenino.

GUSTAV KLIMT

'1862-1918: Mujeres'

Fundación Mapfre

Avenida del General Perón, 40 Madrid

Hasta el 3 de septiembre

En cualquier caso, teniendo en cuenta los precedentes de estos nombres, que, por su parte, se apoyaron en otros maestros anteriores, como Tiziano o Rembrandt, ¿qué le quedaba por descubrir al respecto a un artista finisecular como Klimt? Desde el punto de vista formal, era muy difícil llegar más allá de Ingres y Degas; pero, desde el punto de vista material, tampoco era fácil superar el palpitante sexo femenino, tratado como un retrato, que pintó en su cuadro titulado El origen del mundo Gustav Courbet. Pues bien, Klimt demostró que existía otra vía, que afectaría convulsivamente la representación del desnudo femenino: su estilización sin pérdida de aprehensión orgánica, carnal. Este hallazgo vino evidentemente al hilo no sólo del art nouveau, que hermanó la línea con lo orgánico, aunque, por lo general, deteniéndose o demorándose en los jeribeques botánicos de lo floral, sino de la católica, sensual y atemporal sociedad del Imperio Austrohúngaro, que estaba dando su último vagido. Para el primer Klimt, el dibujo constituyó el eslabón para sus complejas representaciones alegóricas, pero, a partir de 1900, y, aún más, a partir de aproximadamente 1910, éste se convirtió en un escalpelo de la intimidad sexual femenina. Fue, por tanto, durante los tres últimos lustros de su vida, cuando Klimt abordó sus perspectivas oblicuas, muy excitantes y formalmente reveladoras, que, en sus últimos años, terminarían siendo un amasijo de líneas procedentes de ese pozo o volcán que era el sexo femenino, convertido en una especie de araña que repta y se contorsiona con sus filamentosas patas. Es cierto que, luego, Schiele daría un color rojo a esta umbría frondosidad, transformándola en una bombilla encendida, pero la misteriosa cueva estaba ya avistada con todo su fascinante y peligroso atractivo.

Aunque se pueda compren

der la morbosa carga libidinal de estos dibujos eróticos de Klimt, tanto más poderosa cuanto más refinadamente estilizada, me parece una innecesaria reducción quedarse en la superficie moral del uso el dibujo por parte del maestro vienés, que lo empleó para todo y de todas las maneras posibles como untuosa superficie del grafito graso hasta como sutil punta acerada, o que lo hizo deslizarse sin levantar la punta del papel, como una melodía infinita de complejas lacerías, y, asimismo, al final, le sirvió de base para hacer siluetas mediante pequeños trazos rítmicos. Toda esta riqueza de posibilidades pueden ser apreciadas en esta exposición, que no en balde, al ceñirse monográficamente al tema femenino, nos permite seguir toda su trayectoria, desde sus primeros pasos hasta el final.

'Desnudo tumbado' (1910), de Gustav Klimt.
'Desnudo tumbado' (1910), de Gustav Klimt.

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