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Alemania 2006 | República Checa-Italia

El silencio frente al ruido

Los checos del sigiloso Bruckner miden su fútbol con la Italia del extravertido Lippi

El checo Karol Bruckner mira muy concentrado los petos amarillos que lleva posados en el antebrazo. Camina solo por el círculo central del estadio de Hamburgo. Mientras, sus jugadores hacen ejercicios en silencio. Marcello Lippi, italiano, mueve las manos, sujeta a los futbolistas por los hombros, advierte cosas en voz alta y cuchichea con sus ayudantes. Sus chicos juegan un partidillo y gritan. Sobre todo, gritan muy fuerte.

Los seleccionadores de la República Checa e Italia, que hoy se disputan el pase a octavos, son completamente distintos. Sólo coinciden en recurrir al tópico cuando tienen enfrente a sus muy distintas tropas de periodistas: "Es un encuentro decisivo y difícil, pero tenemos buenas sensaciones". Los dos tienen buenas sensaciones, dicen. Los dos dan por hecho que no será sencillo, dicen. Y los dos alaban a Nedved, pero rehúsan hablar de otros jugadores.

Ambos coinciden: "Es un encuentro decisivo y difícil, pero tenemos buenas sensaciones"

Bruckner, de profesión diseñador industrial, es un hombre al que le gusta estar callado y, a ser posible, solo. Si acaso, susurrando a las plantas de su jardín con Beethoven sonando de fondo. Lo dice abierta, categóricamente. Es así. Sin embargo, ha fraguado una estrechísima, casi paternal, relación con sus chicos. De vocación tardía y éxito aún más tardío, el entrenador checo, a sus 66 años, es una autoridad indiscutida en el vestuario. Los jugadores estarían dispuestos a tumbarse sobre las vías de un tren si se lo sugiere el veterano técnico. Y él, a cambio de esa fidelidad, "les da todo lo que piden, porque es un entusiasta de su gente", revela Thomas Pilsinak, un analista checo.

Bruckner, de formación autodidacta, ve cientos de vídeos de fútbol. Dibuja esquemas, diseña tácticas. "Respira fútbol las 24 horas del día". Pero a los jugadores, no quiere "saturarlos" y sólo les obliga a ver una película diaria del rival de unos 45 minutos. Los futbolistas están contentos con él porque les deja muy claro cuál es el rol de cada uno. Los titulares saben que lo son. Los suplentes, también, y no les parece mal. Por ejemplo, "Nedved es el líder del equipo", explica Bruckner. Consecuentemente, Rosicki no es líder. "Thomas tiene otro rol, él es importante porque ha aprendido a defender mejor y es creativo, pero no el líder".

A Lippi también le aprecian sus jugadores. Eso dice él, al menos. "Los chicos me escuchan a mí y yo les escucho a ellos, está bien hablar las cosas", replica cuando le comentan algo sobre un pacto con el capitán Cannavaro. "No hay pactos, no hay nada y nada me preocupa", zanja el seleccionador. Lippi asegura que va a mantener el espíritu ofensivo de los dos primeros encuentros, aunque contra Estados Unidos les salió un partido "con una actitud muy mala". Pero en la práctica, casi todas sus correcciones son a los defensas. "Había problemas de marcaje", confirma.

Bruckner se toma a broma el asunto de ir informando a los futbolistas de lo que sucede en el otro encuentro, pero asegura que "habrá alguien con esa información e iré gestionando cómo se la digo a los que están en el césped". Lippi pone cara de que le parece irrelevante y responde: "Yo, personalmente, no se lo voy a decir". Se enterarán.

Quien sí se enteró de algunas cosas fue De Rossi, el medio expulsado contra Estados Unidos por dar un codazo a un rival. "Hablé con él y me tuvo que escuchar. Es buen chaval, pero le dije todas las cosas negativas que nos trajo su acción".

Del Piero, ayer en el entrenamiento de Italia.
Del Piero, ayer en el entrenamiento de Italia.REUTERS

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