Un luchador por los derechos de los trabajadores y la libertad
En la madrugada del domingo falleció Esteban Caamaño Bernal en su pueblo, el Puerto de Santa María. Hombre cabal, infatigable luchador por los derechos de los trabajadores y por la libertad que le llevarían desde la militancia sindical en la clandestinidad a ser diputado constituyente, senador y eurodiputado.
Esteban pertenecía a la vieja categoría de los líderes sindicales profesionales de oficio, tan orgullosos de su maestría como entregados a la defensa de sus compañeros. Era arrumbador en unas conocidas bodegas, trabajo de precisión en el almacenaje de los gigantescos bocoyes de vino.
Nuestro destino se unió tras el referéndum de diciembre de 1967 cuando caímos en la misma redada de la Brigada Político-Social por haber hecho propaganda en contra de aquella vergonzosa patraña. Él era ya un dirigente sindical electo a nivel nacional, y yo, un joven profesor que colaboraba con la USO en el naciente movimiento sindical democrático. Nos procesaron conjuntamente ante el Tribunal de Orden Público (TOP). Él continuó, inasequible al desaliento con su cordialidad y su habla gaditana llena de brisas y suavidad.
Años más tarde tuve que pedir a Felipe González, con quien compartía una colaboración de despachos laboralistas, que fuera a Cádiz a rescatarle de las torturas de que había sido objeto en una nueva detención por los sicarios de la policía política.
Con todo, Esteban de estas cosas no hablaba nunca, seguía la línea de ese gran personaje histórico que fue Ramón Rubial, condenado a muerte repetidamente y con un largo rosario de encarcelamientos, quien contestaba cuando le preguntaban por su experiencia que no tenía mérito porque nunca había ido voluntariamente.
Nos volvimos a encontrar en las Cortes Constituyentes, en donde fue diputado por Cádiz en el Partido Socialista Popular (PSP) de Tierno Galván. Gracias al proceso de unidad socialista, militamos ambos en la UGT y en el PSOE, en el Grupo Socialista del Congreso de los Diputados. Después, fuimos juntos en la primera hornada al Parlamento Europeo, en donde supo conquistar la simpatía y el respeto de muchos colegas de otros países por su buen hacer.
Además, Esteban era un deportista nato, gran ciclista y nadador; a menudo, tras salir de las largas sesiones del sombrío hemiciclo de Estrasburgo de aquella época necesitaba caminar hasta el Rin y la frontera alemana para oxigenarse. También fue generoso con su propia vida como donante de sangre muchos años; al final, como me dijo su mujer, Lola, la recibió para luchar contra la enfermedad. Descanse en paz.
Enrique Barón Crespo es presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo.
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