"Valentía no, tristeza un rato"
El joven que intentó salvar sin éxito al camionero acudió ayer al tanatorio a conocer a la familia
Vicente sólo tiene tres fotos que documenten su infancia: una del bautizo, otra de la comunión y una tercera de una fiesta de Reyes Magos en la guardería. Dice que de pequeño apenas veía a sus padres, que estaban todo el día trabajando en la frutería Miguel y Tina, en el mercado de Jesús del Gran Poder del distrito de Usera. No había demasiado tiempo para fotos de familia. Su independencia y su autonomía, dice, se forjaron en aquellas tardes solitarias.
Lo que sí heredó de sus padres fue la idea de anteponer los valores comunes a los individuales. Una idea que le empujó el viernes a deslizarse sin pensarlo dos veces por un terraplén y acercarse a un camión en llamas para socorrer a un hombre en apuros. No consiguió su objetivo, pero al menos hizo todo lo posible mientras otros sólo miraban.
"Es valiente y arriesgado en todos los aspectos de su vida", dice su novia
"Si lo hubiera podido salvar, entonces habría sido el orgullo perfecto"
Cuando ayer por la noche quedó con Rebeca, su novia, le contó la historia sin darse ninguna importancia. De hecho, ella sólo se dio realmente cuenta de lo que había hecho su novio cuando abrió este periódico, ayer por la mañana. "Es valiente y arriesgado en todos los aspectos de la vida", dice Rebeca, caminando por una pista de tierra de Cabanillas de la Sierra, a pocos metros de donde el viernes se produjo el accidente. Vicente interrumpe a su chica. "Valentía, no; tristeza un rato". Y ella prosigue: "Es muy lanzado y tiene una serenidad que le permite actuar: yo creo que todo eso le viene de la montaña".
Ramón Callejo, su amigo escalador que el viernes colaboró en la maniobra de rescate, se funde en un abrazo con él. Quieren ir juntos a ver a la familia del camionero, al tanatorio de Colmenar Viejo. Ramón habla de su amigo: "Me gusta ver que es prudente y responsable, y admiro que tenga esa templanza para reaccionar en el momento adecuado. En la montaña, es igual, siempre mantiene la calma".
Vicente y Ramón entran en el tanatorio del cementerio de Colmenar Viejo, a las 15.45. Sale a recibirles Lourdes, la hermana mayor del camionero fallecido, que quiere conocer al hombre que intentó salvar a su hermano. La familia entera se abraza con ellos. Preguntas, abrazos, lágrimas. Ramón y Vicente aguantan el tipo con serenidad. El padre de Rubén les dice que espera que vayan pronto a visitarles a Nava de Roa, el pueblo burgalés en el que horas más tarde recalarán los restos de su hijo. Los hermanos pequeños y la novia de Rubén están destrozados.
"Me ha impactado que la familia fuera tan joven", cuenta más tarde Ramón, sentado en un banco en Colmenar Viejo. "No sabía bien qué decirles, además de lo siento. Ellos nos han agradecido mucho el esfuerzo".
Lourdes, la hermana mayor, de 30 años, hace un retrato emocionado de su hermano: "Rubén era una bellísima persona y un chico muy trabajador. Tan trabajador que podría haberse tomado el viernes por la tarde libre, pero prefirió estar en el camión. Sólo vivía para su novia y para su familia, era un ejemplo de hermano".
Vicente abandona el tanatorio convencido de que ha sido bueno venir a visitar a la familia: "Creo que se han quedado más tranquilos". Vuelve a demostrara una gran serenidad, como en el día anterior.
Está acostumbrado a enfrentarse a los accidentes laborales, que es ni más ni menos lo que le ocurrió a Rubén, que trabajaba como autónomo. "Es triste, trabajadores somos todos".
Vicente es secretario de salud laboral de la Federación de Construcción de Comisiones Obreras. Todos los días recibe noticias de trabajadores que pierden la vida sobre un andamio.
Se afilió a CC OO a los 20 años. Compaginó sus carreras de Ciencias del Trabajo y Relaciones laborales con trabajos como mecánico, socorrista de piscina y frutero ocasional, en la tienda paterna. Sus padres nunca militaron, pero sí que le transmitieron en casa lo que él llama "un espíritu de sociedad". Le molesta profundamente que a la gente se la valore según el dinero que tiene, según el coche que conduce. Afirma que no verá jugar a España en el Mundial, ni siquiera si llegara a la final. "El fútbol es el opio del pueblo".
De todas formas, dice, aunque quisiera ver ese partido, no le daría tiempo. Entre semana, no es raro el día en que regresa a casa a la una de la madrugada. Su jornada empieza a las nueve de la mañana. "El sindicato no es un trabajo, es una vocación, trabajas por unas ideas".
Tiene dos hermanos. La pequeña, de 21 años. El mayor, de 37, padece esclerosis múltiple desde los 28. "Eso te endurece el carácter. Desde que le ocurrió supe que me tocaría ayudar. Yo tenía 18 años. En estas cosas, o te dejas vencer o eres el protagonista de la historia".
Se acaba de comprar una casa en Carabanchel, pero todavía no ha podido instalarse en ella. Sigue viviendo en casa de sus padres, le cuesta reunir el dinero necesario para empezar a poner muebles y acondicionarla.
Después de sus duras e intensivas semanas de trabajo, necesita regresar a la montaña. Lo hace casi todos los fines de semana. Y cuando más le gusta ir es en pleno invierno. Si hay mucho hielo, mejor. ¿No habrá algo de temerario en ello? "Sí", responde, "es posible que haya algo de temeridad. Pero a mí, lo que me hace crecer es la montaña. Ahí es donde experimentas con tus propios límites ahí es donde aprendes cuál es el momento de retirarte a tiempo".
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