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Crónica:Alemania 2006 | Italia-Estados Unidos
Crónica
Texto informativo con interpretación

Heroico Estados Unidos

El equipo de Arena, con nueve jugadores, iguala a Italia, con diez, pero la supera en determinación y juego

Estados Unidos no es que resistiese con nueve jugadores frente a una de las mayores potencias tradicionales del Viejo Continente, Italia, con diez, sino que mereció ganar. En un partido intensísimo, en el que hubo tres expulsiones, un gol anulado a los norteamericanos, protagonismo de los palos y litros de adrenalina drenada por el césped, el grupo de Bruce Arena descubrió su talento para la agonía. Y, de paso, las limitaciones de su rival.

Vivir para ver. Italia, que salió con una alineación insólitamente ofensiva, quedó confinada en los primeros 20 minutos gracias al empuje de EE UU a su propia área. Y esta vez no era por voluntad propia. Era incapaz de dar dos pases seguidos. Los norteamericanos bailaban a su ritmo, intenso y voluntarioso, y sólo se frenaban por su tradicional falta de pegada. Que es casi infinita.

Tres expulsados, un gol anulado a Beasley, protagonismo de los palos y litros de adrenalina

Vivir para ver. Quién marcó, claro, fue Italia. En su primera oportunidad. Una falta que remató Gilardino aprovechando que los chicos de Arena no se terminan de manejar muy bien cerca de los porteros. Ni del propio, ni del ajeno. Hasta ese momento no habían pasado del centro del campo. Y eso que Marcello Lippi había abrazado la fe atacante, el gusto por las costuras del balón, con el entusiasmo de los conversos.

Vivir para ver. El equipo estadounidense fue capaz de empatar a los cinco minutos, exactamente a los cinco minutos, de recibir en frío el gol. Además, dada su incapacidad para meter la pelota en el lugar adecuado, o sea, en la red adversaria, recibió la inestimable ayuda de Zaccardo, que se metió él solito el balón en su portería. La jugada supuso una parodia de la fortaleza defensiva que se le presupone al conjunto transalpino. Un despropósito bastante cómico, aunque trágico para quienes presumen de no fallar nunca en los pequeños detalles. Como batir al propio guardameta, por ejemplo.

Vivir para ver. Un árbitro fue capaz de ver uno de esos codazos premeditados que lanzan de vez en cuando los italianos, como si temieran amanerarse y olvidar una arraigada costumbre. De Rossi dejó la nariz de McBride convertida en un pastelillo alemán de carne sangriento -un flashback al rostro de Luis Enrique en 1994- y dejó a su equipo con uno menos. Naturalmente, cuando vio la tarjeta puso, alternativamente, cara de niño en la primera comunión y de profunda sorpresa.

El reloj sólo marcaba la media hora de partido. Poco después, la convicción de Marcello Lippi sobre la conveniencia de acunar el balón se vino abajo con la coartada de la inferioridad numérica. Sustituyó a Totti e introdujo a Gattuso, el paradigma del hombre de batalla que tanto gusta en algunos sectores. Después, el colegiado tuvo un rapto de voluntad de equilibrio cuando echó a Mastroeni, de ascendente argentino, por una entrada al tobillo que podía merecer la tarjeta roja o no. Él árbitro, en vista de cómo iba el encuentro decidió que sí. Así todo volvía a empezar. Ante todo, el fiel de la balanza, que poco después traicionaría expulsando también a Pope, el de la falta que originó el gol de Gilardino.

A lo suyo, Reyna abría allá a Cherundulo, o al otro extremo, a Bocanegra, y éstos colgaban el balón en el área. Sorprendentemente, apenas se vio el individualismo feroz de los hombres de ataque estadounidenses. Después de la derrota contra la República Checa, los gritos de Arena a jugadores como Donovan o Johnson, incapaces de soltar la pelota a tiempo, se debieron de oír hasta en Toledo, Ohio.

Nada más comenzar el segundo periodo fue Pope el que se marchó al vesturio -¿por qué siempre pasan tantas y tan variadas cosas en los partidos de Italia?- y definitivamente el juego quedó en un segundo plano. Prueba de ello, es que la pelota, principalmente, estaba siempre en los pies de Gattuso. O de Zambrotta que es bueno, pero no deja de ser un lateral izquierdo.

Italia, con uno más, se decidió definitivamente a llevarse el partido. Estados Unidos, más por una cuestión psicológica, aceptó su inferioridad. En efectivos y en talento. Aunque siguió teniendo algunas ocasiones al contragolpe, como una de Donovan, que, solo, mandó el balón alto. También le anularon un gol de Beasley por no se sabe muy bien qué fuera de juego o falta previa.

Vivir para ver.

Zaccardo, en el centro, desvía el balón hacia su propia portería en el gol estadounidense ante la impotencia de Buffon y la expectación de McBride.
Zaccardo, en el centro, desvía el balón hacia su propia portería en el gol estadounidense ante la impotencia de Buffon y la expectación de McBride.REUTERS

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