Los sementales de Gredos
Bailan y se bañan en las fuentes los hinchas por el triunfo de nuestra selección darwiniana -cayó el gran Raúl en la alineación inicial- frente a Ucrania, en la llamada Zona Cuatro, instalada en la plaza de Colón por el canal televisivo de este mismo número, que es el símbolo de la tierra y de las realizaciones tangibles y, por tanto, de donde debió de venir el contundente 4-0 del resultado.
Pero, estimulado por la espléndida concentración de nuestros jugadores, no me dejo distraer por el fútbol, y voy a lo mío que, en este caso, son los griegos y latinos.
Asistí, cuatro horas antes de la inauguración del Campeonato Mundial de Fútbol, a menos de 30 metros de la plaza de Colón y en el Museo Arqueológico Nacional, uno de nuestros más importantes y, como se verá, más peligrosos museos por el brillo de los mármoles de su pavimento, a la entrega del premio que la Sociedad de Estudios Clásicos ha otorgado a la editorial Gredos, recientemente comprada por el Grupo RBA. Y como siempre que me acerco a los griegos y latinos, viví las experiencias más estimulantes.
Un helenista resbaló... y pudo abrirse su cráneo realmente privilegiado
En primer lugar, me acordé de Lichtenberg quien, para ponderar la importancia de Grecia y Roma, escribió, en el siglo XVIII, que los libros griegos y latinos se han introducido en nuestra cultura como los sementales árabes en Inglaterra.
En Occidente, dice Lichtenberg, podemos hacer el árbol genealógico de ciertos libros como pueden hacerlo los ingleses de sus caballos. Los lectores, que no frecuentan a los griegos y latinos, quedan, por ejemplo, pasmados por la originalidad de La transformación -más conocida como La metamorfosis-, de Franz Kafka, pero el pasmo bajaría algunos enteros si se pensara que su modelo es El asno de oro, de Apuleyo, una novela que, sin ánimo de rebajar los méritos de Kafka, es, sin duda, superior a la del gran maestro checo que escribía en la lengua alemana de Lichtenberg. Apuleyo, Kafka y Lichtenberg -que tanto le gustaba al genial humorista Chumy Chúmez- tienen un denominador común: el humor, que, en los tres -y más exacto sería decir en los cuatro, porque habría que incluir en este trío excelso a Chumy Chúmez cuyo humor resiste muy bien el paso del tiempo- alcanza cotas muy altas.
La editorial Gredos recibe el premio en las Salas Nobles del Museo Arqueológico que tiene su sede en Serrano, 13. El museo se fundó en 1867 por Real Decreto de la reina Isabel II. Su primera sede provisional se instaló en un palacete de Embajadores llamado el Casino de la Reina, que había sido propiedad de Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII.
En 1895, sus fondos fueron trasladados a su sede actual, que, hasta la restauración llevada a cabo entre 1968 y 1981, contaba con tres plantas. Tras la restauración, el museo cuenta con cinco arbustos.
La Exposición Permanente ofrece un apasionante recorrido histórico por la península Ibérica desde la prehistoria hasta el siglo XIX, las fantásticas colecciones de Egipto y Grecia, la colección de numismática y una reproducción parcial de la sala de polícromos de la cueva de Altamira, aludida por el poeta Carlos Barral en su poema Un lugar desafecto que comienza con estos versos: "Penetraré la cueva de bisonte / y raíl riguroso...". Como el libro de Barral se titula Metropolitano, no nos queda ninguna duda de que la cueva y el raíl riguroso mencionados son los del metro.
La editorial Gredos, fundada en 1944, ha publicado, más de 1.400 libros que destacan por su inmenso rigor intelectual. Las filologías clásica, románica e hispánica, los diccionarios, la historia y la filosofía son las áreas de las que se ha ocupado Gredos.
Antonio Alvar, presidente de la Sociedad de Estudios Clásicos, María Antonia de Miquel, directora general de Gredos; Carlos García Gual; José Javier Iso y José Luis Moralejo, asesores de la Biblioteca Clásica Gredos; Francisco Rodríguez Adrados, Jaime Siles, entre otros ilustres helenistas y latinistas, asistieron al acto.
El partido pudo acabar con una grave lesión. Un helenista resbaló en un peldaño de mármol que brillaba como los chorros del oro micénico y pudo abrirse su cráneo realmente privilegiado. Aunque él es cristiano, Zeus, por fortuna, lo protegió.
Y me acordé de un chistecillo que ya se contaba en la Grecia de Pericles. Un obispo se resbala y autocomulga en el parqué de la capilla de un convento de monjas y le dice la superiora ayudándole a levantarse: "Señor obispo, es que hemos dado cera virgen...". "¿Cera virgen dice?... ¡lo que aquí han dado es cera puta!".
Cuidadito con los mármoles vírgenes del Pireo.
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