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Reportaje:Alemania 2006 | República Checa-Ghana

Dujkovic, maestro en misiones imposibles

El técnico de Ghana, ex portero del Oviedo, ha entrenado en Dubai, Myanmar y Ruanda

Siempre que sea mayor de 35 años, a algún memorioso aficionado del Real Oviedo le sonará quizás el nombre de Ratomir Dujkovic. Tendrá que remontarse a 1974, cuando llegó a la capital asturiana un portero procedente del en aquel tiempo poderoso Estrella Roja de Belgrado -semifinalista de la Copa de Europa cuatro temporadas antes-, y se quedó tres temporadas en las filas carbayonas. Después, volvió a su Serbia natal, se paró bajo los palos del modesto Zemun, hasta 1982, y poco más se supo de él. Hoy es el entrenador de Ghana, que se juega ante la República Checa su continuidad en la Copa del Mundo de Alemania.

Aquella primera experiencia viajera debió de gustarle mucho a Dujkovic, porque desde entonces no ha parado de llenar su pasaporte con visados de estancia prolongados en los lugares más dispares de la Tierra. Formado como entrenador en la escuela del Estrella Roja, donde en 1991 integraría el equipo técnico del mítico equipo campeón de Europa, el inefable Vujadin Boskov le reclutó para que le acompañase a trabajar a Dubai. Ya no desarmaría nunca más las maletas.

En 1992, por razones difíciles de escrutar, su nombre llegó a oídos de los dirigentes venezolanos, que le ofrecieron el cargo de seleccionador. Furgón de cola del fútbol sudamericano, Venezuela sólo había ganado un partido de eliminatorias mundialistas en toda su historia. Con Dujkovic no le fue mucho mejor durante la clasificación para Estados Unidos 94, pero al menos logró una victoria, sobre Ecuador, que sumada a dos empates ante Uruguay y Estados Unidos en la Copa América del 93 le dieron al técnico serbio prestigio como realizador de misiones imposibles, una fama que agrandó cuando en 1995 dejó la selección y llevó a ganar el título nacional al modestísimo Atlético Zulia, hoy desaparecido por problemas económicos.

Sus hazañas, desconocidas en el universo del gran fútbol, no pasaban desapercibidas en el submundo paralelo del fútbol modesto, y un día recibió una llamada desde Rangún. "La experiencia con la selección de Myanmar fue enriquecedora; aprendí una cultura y una forma de ver la vida diferentes a todo lo que conocía. Y nos clasificamos para la Tiger Cup, un torneo importante en el sureste asiático. Hubiera seguido allí más tiempo, pero el país fue sancionado por motivos políticos".

En 2000, el viajero empedernido volvió por fin a casa y participó con Yugoslavia en la Eurocopa de aquel año, pero a su mapamundi le faltaba África. En 2001 pudo completar el casillero y lo hizo con fidelidad a su estilo. Seis años después de las terribles matanzas entre hutus y tutsis, las autoridades de Ruanda vieron en el fútbol, la gran pasión del país, un motivo de concordia entre ambas comunidades, y le pidieron a la Federación serbia que les recomendase un entrenador. El elegido, cómo no, fue Dujkovic. "Cuando me hablaron de Ruanda tuve que buscarla en el mapa. No sabía dónde estaba, pero después no pude quejarme. Me fue muy bien allí". Un triunfo histórico sobre Ghana clasificó a los ruandeses por primera y hasta hoy única vez para una Copa de África (la de Túnez 2004), y le abrió las puertas de su actual destino.

Amante de la preparación física y el rigor táctico, Dujkovic es hombre de pocas palabras, y hace bien, porque la última vez que habló -diez días antes del Mundial-, casi le cuesta el cargo: le dijo a la revista alemana Sport Bild que "los negros africanos son unos indisciplinados". Un cargo que, en todo caso, se juega hoy ante los checos. Si Ghana pierde, Ratomir Dujkovic sabe que tendrá que empacar sus cosas otra vez y buscarse un nuevo destino. Seguro que no le importa demasiado. Todavía le queda por conocer Oceanía.

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